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Actualizado: 14 de junio de 2025
¿Qué les parece de mi amigo Sanjurjo? preguntó después a los barbianes con cierta sorna . ¿Verdad que no tiene el vino bueno? ¡Pchs! No ha estao mal respondió uno, con la misma entonación de zumba, y sin mirarme. Observé que los barbianes cambiaron entre sí rápidas miradas burlonas, que me hicieron malísimo efecto.
Aquellos ojos de cerdo, recelosos y malignos, que me habían perseguido pocos días antes bajando por la misma escalera, brillaban ahora con expresión de humildad y temor. Pase usted, señor Sanjurjo, pase usted me dijo, quitándose el gorro y haciendo reverencias. Bueno va dije para mí. Y pasé con aire triunfal, mostrándome serio y un tantico desdeñoso, lo cual surtió admirable efecto.
No hablemos de eso dijo poniéndose serio el conde de Haro ; mi hija llevará á vuestra casa en dote, las buenas tierras de un mayorazgo de hembra que posee, cuya renta sube á trescientos mil ducados. No hablemos de eso dijo el duque de Gandía ; yo no necesito más que la hermosura y la nobleza de vuestra hija. Tiene treinta años. Mejor. Pues entonces... ¡Sanjurjo! ¡Sanjurjo!
Al fin, quedé solo con la Junta directiva, porque Villa, Olóriz y Eduardito, mis fieles acompañantes, se habían ido también a coger sitio. Cuando usted guste, señor Sanjurjo me dijo, al fin, el presidente, sacando el reloj.
Sin embargo, fue preciso, al fin, porque se llegaba la hora de confortar los estómagos. Isabel había dejado a Villa y tenía abrazada a Gloria por la cintura. Ambas fueron quedando rezagadas a la salida. Cuando iba a transponer la puerta, Isabel me llamó: Oiga usted una palabrita Sanjurjo. Al mismo tiempo se retiró hacia el fondo de la gruta, arrastrando a Gloria.
Me han gustado siempre mucho los versos... Leo pocos, ¿sabe usted?... Como uno tiene tantas cosas que hacer... ¿Y cuál es el poeta que usted prefiere? ¿Yo? Zorrilla. Perdone usted, señor Sanjurjo; confieso que escribe muy bonitos versos. Algunos he leído, y aun sé de memoria, que me encantan... Aquello de
Mire usted, Sanjurjo: la impresión que yo he sacado es que mi prima tiene celos, ¡unos celos que le comen el alma!..., y una mujer celosa es una mujer enamorada. Pero ¿ese Daniel...? No haga usted caso... Lo ha escogido como instrumento para dárselos a usted... Por lo demás, entre usted y él ninguna muchacha puede vacilar añadió sonriendo. Mil gracias.
De confidencia en confidencia, se conoce que se le fue subiendo la sangre a la cabeza, y concluyó por decirme, con el rostro encendido y los ojos brillantes: Voy a confiarle a usted un secreto, amigo Sanjurjo.
La luz de dos quinqués que ardían sobre una mesa debajo de los arcos y las bujías del piano no llegaban a esclarecer enteramente el centro, donde las sombras se espesaban, gracias al follaje de los arbustos. Siéntese usted bien, Sanjurjo me dijo, llamándome ya por mi nombre. Yo, sin comprender por qué estaba mal sentado, hice un movimiento y seguí en la misma posición.
Por fin llegó la pregunta que esperaba. ¿Y qué vientos le traen por aquí, señor Sanjurjo? Como tenía bien preparada la respuesta, le expliqué prolijamente las desgracias que me habían acaecido desde la paz. Primero, había residido dos años en Bayona, manteniéndome con los recursos que nos proporcionaban a los emigrados algunas personas acaudaladas del partido.
Palabra del Dia
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