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Actualizado: 9 de junio de 2025
Venía de ver al enfermito, que estaba ya agonizando, rodeado de algunas vecinas y amigos de la casa. Disponíase el clerizonte a confortar al afligido padre en aquel trance doloroso, y empezó por darle un abrazo, diciéndole con empañada voz: «Valor, amigo mío, valor. En estos casos se conocen las almas fuertes.
Tendrále de sobra me decía la jovial matrona guiándome ya hacia la escalera , para ese trabajo y otro tanto más, si sabe aprovecharse de él; y no creo yo que es perder hora la que se gasta en confortar el cuerpo a la mitá del camino... ¡Vaya con ella!
Sin embargo, fue preciso, al fin, porque se llegaba la hora de confortar los estómagos. Isabel había dejado a Villa y tenía abrazada a Gloria por la cintura. Ambas fueron quedando rezagadas a la salida. Cuando iba a transponer la puerta, Isabel me llamó: Oiga usted una palabrita Sanjurjo. Al mismo tiempo se retiró hacia el fondo de la gruta, arrastrando a Gloria.
Ha querido confortar mis penas con sus ilusiones y mi desesperación con su esperanza. Cuando la veo, me dan ganas de vivir y de ser bueno y arreglado y de unirme para siempre con ella. Aquí está...». Viene humildemente vestida y trae un lío de ropa. JOAQUÍN. Más grande es la del Paraíso; al menos así lo dicen, que yo no la he visto. ISIDORA. ¿Ha venido mi padrino?
Y acometí la empresa en la fecha convenida, un día de los últimos de octubre, frío y nebuloso en las alturas de la romana «Juliobriga». En la clásica villa inmediata, termino de mi jornada primera, y única posible en ferrocarril, hice un alto de media hora escasa: lo puramente indispensable para desentumecer los miembros y confortar el estómago; porque no había tiempo que perder, según dictamen del espolique que me aguardaba en aquel punto desde la víspera con dos caballejos de la tierra, espelurciados y chaparretes, uno para conducirme a mí y otro para cargar con mis equipajes.
Disgustó esto mucho a toda la concurrencia, por parecerle más temible el carlismo que la República, y en aquel momento llegó a confortar los ánimos un viejo alto, de aspecto marcial y largos y retorcidos bigotes blancos: era el general Pastor, hermano de Leopoldina, que volvía del palacio Basilewsky de conferenciar con la reina.
Pero la traviesa criada se apresuró a tranquilizarla, diciéndole que aquel no era cadáver, como de su aspecto lastimoso podía colegirse, sino enfermo gravísimo, el propio D. Frasquito Ponte Delgado, natural de Algeciras, a quien había encontrado en la calle; y sin meterse en más explicaciones del inaudito suceso, acudió a confortar el atribulado espíritu de Doña Paca con la fausta noticia de que llevaba en su bolso nueve duros y pico, suma bastante para atender al compromiso más urgente, y poder respirar durante algunos días.
Á recorrer la tierra Confortando creyentes que flaquean. ¡Qué! la edad, las fatigas y la guerra No han domado tus sienes que blanquean? No, no: yo voy á recorrer la tierra, Y á confortar creyentes que flaquean. ¿Á dónde vas? Á quebrantar los yugos Con que oprimen al pueblo los tiranos. ¡Tiembla! te entregarán á los verdugos, Y el pueblo inerme batirá las manos.
Palabra del Dia
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