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Actualizado: 17 de junio de 2025


El príncipe sintió halagada su vanidad, lo mismo que cuando un artista célebre le saludaba desde la escena y seguía cantando con la mirada puesta en él, para dedicarle sus gorgoritos; lo mismo que cuando, de joven, un matador de toros le dirigía un gesto amistoso antes de dar la estocada final. Alicia parecía brindarle su gloria. Pero inmediatamente volvió á recogerse en su ensimismamiento.

Observamos en ellas, que son obra de un espíritu consagrado á Dios, que, iluminado por el brillo radiante de una sabiduría sobrenatural, traspasa con ese sagrado impulso los límites de lo finito, penetrando en otro mundo de belleza inmutable, en donde la religión y la poesía, como la estatua de Memnon saludaba á la aurora con sus harmoniosos acentos, así también anunciaban aquéllas la próxima luz de la eternidad.

Y nada de este cuadro ofrecía por algo de extraordinario, pues este nuevo interlocutor, que tomamos la libertad de ofrecer al leyente, como siempre, a la propia hora y en el mismo punto y sitio tomaba algún descanso, saludaba por las más veces con toda su garganta aquel asueto a su fatiga.

Después de oír varias misas en cada una de estas iglesias, calado el gorro hasta las orejas, y de echar un parrafito con beatos o sacristanes, iba de capilla en capilla rezando diferentes oraciones. Al despedirse, saludaba con la mano a las imágenes, como se saluda a un amigo que está en el balcón, y luego tomaba su agua bendita, fuera gorro, y a la calle.

El pájaro la saludaba con sonoros castañetazos, dando saltitos y batiendo las alas, que abiertas abarcaban más de dos metros y medio. Era en su especie un individuo de notabilísimo mérito. Parecía meditabundo y pensativo, pero debía callarse muy buenas cosas.

¡Un gentilhombre del rey! dijo el padre Aliaga con sorpresa ; que entre, que entre al momento. Poco después un joven gentilhombre saludaba al padre Aliaga y le decía entregándole un grueso pliego: Del rey. ¿Y esto es urgente? dijo el padre Aliaga. Urgentísimo. ¿Y os han encargado algo además?

Pierde cudiao, Baldomero repuso el anciano con la voz anudada y llevándose la mano al corazón. Tus hijo serán lo mío. En aquel instante se oyó un gran vocerío en la plaza. Era la plebe, que saludaba la entrada del quinto toro. El Cigarrero se dejó caer sollozando en los brazos de Miguel. ¡Qué tristesa, D. Miguelito del arma, qué tristesa!

Deteníase el «paso» en mitad de la plaza, con su escolta de inquisitoriales encapuchados, y la devoción del pueblo andaluz, que confía al canto todos los estados de su alma, saludaba a la imagen con trinos de pájaro y lamentos interminables. Una voz infantil de temblona dulzura cortaba el silencio.

Y abrió escuelas de pintura, y de bordados, y de tallar la madera; y mandó poner preso al que gastase mucho en sus vestidos, y daba fiesta donde se entraba sin pagar, a oír las historias de las batallas y los cuentos hermosos de los poetas; y a los viejecitos los saludaba siempre como si fuesen padres suyos; y cuando los tártaros bravos entraron en China y quisieron mandar en la tierra, salió montado a caballo de su palacio de porcelana blanco y azul, y hasta que no echó al último tártaro de su tierra, no se bajó de la silla.

Entretanto la señorita Margarita, inclinada sobre el acirate y tropezando en su largo vestido, saludaba con un pequeño grito de alegría cada fresa que llegaba á descubrir. Yo me mantenía cerca de ella, llevando en mi mano la hoja de higuera sobre la que depositaba de tiempo en tiempo una fresa, contra dos que engullía para alentar su paciencia.

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