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El príncipe sintió halagada su vanidad, lo mismo que cuando un artista célebre le saludaba desde la escena y seguía cantando con la mirada puesta en él, para dedicarle sus gorgoritos; lo mismo que cuando, de joven, un matador de toros le dirigía un gesto amistoso antes de dar la estocada final. Alicia parecía brindarle su gloria. Pero inmediatamente volvió á recogerse en su ensimismamiento.

Crea usted que con todo lo que le estimo y le considero, no llevaría mi abnegación hasta el punto de brindarle con prenda de tan alto valer, si fuera mía en el sentido que usted se había imaginado. Esto sin contar con que, aun sin ese soñado compromiso, sabe Dios lo que la huéspeda pensaría de estas cuentas, si nos estuviera escuchando por el ojo de esa cerradura.

Sus reacciones eran fugaces; tenía a la mano los recursos para anularlas y a ellos se acogía porque nunca le traicionaban ni le mentían, mientras crecía en su espíritu el convencimiento de ser víctima de la indiferencia y del egoísmo de todos los que deberían rodearle solícitos para brindarle consuelos que le negaron, goces que le usurpaban y energías que le habían robado, para concluir pensando: ya nadie se interesa por ... nadie me reclama con sinceridad, como si yo les incomodara... nadie me da un consejo realmente honesto y digno de ser aceptado... ¡nadie me escribe, siquiera., sino por forma!...

En el boj que bordeaba el camino, tropezaba Lorenzo a cada paso, al mismo tiempo que esquivaba, al tacto, las guías con flores que los rosales parecían tenderle como para brindarle las galas de sus productos.

La Junta que gobernaba en nombre de Fernando VII, creyó que el dar asilo á tan ardiente republicano seria altamente contradictorio con la situacion en que se habia colocado, y trató de estorbar el desembarco de este general, y hasta llegó á brindarle con una dependencia diplomática á fin de alejarle.

Vive alerta en el seno de tu actual nodriza, fórmate exhuberante, potente y democrática, y si algún día libre te ves de la tutela, y falta luz a España para alumbrar sus mundos, puedes brindarle, entonces, el sol de tu bandera...! Una nostalgia azul de primaveras teje en el cielo su ilusión de encaje, y languidece el alma del paisaje asomada al balcón de sus ojeras.

El deseo de ir en su ayuda me ahogaba; pero no me atrevía a acercármele y echarle los brazos al cuello para consolarla. Cuando estuve en cama, la necesidad de brindarle mi ternura se apoderó de con nuevas fuerzas: me levanté, y en camisa, como estaba, me aventuré por el corredor obscuro. Permanecí largo rato delante de su puerta, temblando de frío y de miedo, con la mano sobre el botón.