Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 3 de octubre de 2025
En la plaza de la Bolsa hemos hallado dos jóvenes de veinte ó veinticinco años, que saltaban en una cuerda, juego que en Andalucía se llama de la soga. Lo mismo hacia en la calle Feydeau una mujer que tenia varios hijos. En la calle de Richelieu, una mujer se ataba las enaguas blancas, adoptando apenas reserva alguna, sin que esto causara maravilla á los transeuntes.
Y dió un portazo, dejando a Esteven solo, en la alcoba conyugal, pues lo era esta estancia lujosamente decorada... Esteven, con un gorro de terciopelo bordado de gusanillo mate y borla de oro, la barba sin teñir, con unas ojeras como dos pinceladas de betún, amarillo como un cadáver, los ojos fijos en los dos nombres: Rocchio, Portas, que saltaban sobre la mesa de noche, esperaba... Míster Robert entró...
La lluvia y el barro habían cubierto su exterior con una costra parda y agrietada. Parecían forrados de piel de elefante. Como la esposa de Martínez era relativamente esbelta, su vehículo se limitaba á chillar por la falta de aceite y de aseo. Otros tenían un muelle roto y saltaban sobre sus ruedas, acostándose como una barca próxima á zozobrar.
Recogíamos conchas, trozos de espuma de mar, mangos de cuchillo y piedrecitas negras, amarillas, rosadas, pulidas y brillantes. Al anochecer saltaban los pulgones en el arenal, y los agujeros redondos del solen echaban burbujas de aire cuando pasaba por encima de ellos la ligera capa de agua de una ola.
Antes de echarse el jaique sobre los hombros sacó su revólver de la faja, examinando escrupulosamente el estado de las cápsulas y el juego de la llave. ¡Todo corriente! Al primero que intentase algo contra él, le metía los seis tiros en la cabeza. Sentíase bárbaro, implacable, como uno de aquellos Febrer leones del mar, que saltaban a las playas enemigas, matando para no morir.
Si se entusiasmaba hablando de sus marchitos laureles, abría las arcas, abría los armarios, y seda, galones y plumas, abalorios y cintajos en mezcla de colores chillones saltaban a la alfombra, y en aquel mar de recuerdos de trapo perdía la cabeza Quintanar.
Las letras saltaban, estallaban, se escondían, daban la vuelta... cambiaban de color... y la cabeza se iba.... «Esperaría, esperaría». Y dejaba el libro sobre la mesilla de noche, y con delicia que tenía mucho de voluptuosidad, se entretenía en imaginar que pasaban los días, que recobraba la energía corporal; se contemplaba en el Parque, en el cenador, o en lo más espeso de la arboleda leyendo, devorando a su Santa Teresa. «¡Qué de cosas la diría ahora que ella no había sabido comprender cuando la leyera distraída, por máquina y sin gusto!».
Pocos minutos después saltaban ladrando en la glorieta dos perros de caza y detrás de ellos una gallarda joven de tez morena, cabellos negros ensortijados que apretaba una gorrilla rusa de piel, pecho exuberante, amplias caderas ceñidas por una falda corta de color gris, calzada con botas altas y llevando colgada del hombro una primorosa carabina.
Una densa nube de humo tachonada de chispas, que saltaban en todas direcciones, se levantaba en el espacio. El fuego había prendido también en la plataforma inferior. El Capitán y sus compañeros, imposibilitados ya de seguir en aquella hoguera, salieron al corredor a través de las llamas y de la humareda.
Los salvajes, al notar aquellas maniobras, presumieron que los blancos se preparaban a abandonar la bahía y acudieron a la playa dando furiosos gritos y blandiendo las armas. Algunos, más audaces, se arrojaron al agua, mientras los otros saltaban hasta los extremos de la escollera; pero un disparo de la lantaca hizo caer a tres o cuatro, refrenando el ardor de los demás.
Palabra del Dia
Otros Mirando