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Actualizado: 3 de octubre de 2025
En el mismo instante sonaron varios tiros de revólver y vió cómo saltaban hechos pedazos los vidrios de las ventanas y de las dos puertas del boliche. Surgieron por estas aberturas, lo mismo que proyectiles, botellas, vasos, y hasta un cráneo de caballo. A continuación aparecieron algunos gauchos amigos de Manos Duras, que marchaban de espaldas disparando sus revólveres.
Habiendo el Padre resuelto su salida, y llegado al lugar en que le esperaban los caciques, se echaron sobre sus brazos, mostrando gran contento de su llegada á aquellas tierras, y tomándole de la mano Guayquimilla, que era el mas principal de ellos, se la besó en nombre de todos los demas, y le hizo un elegante razonamiento, diciendo que "de su alegre venida no solamente estaba regocijada la gente á quien llevaba tan grande bien, pero que los mismos brutos animales, las yerbas, las flores, las fuentes y los arroyos saltaban de placer y contento."
Así lo espero dije mientras se me saltaban otra vez las lágrimas por el tono de la pregunta y por el beso maternal de la buena señora. En cuanto me tranquilicé un poco, expliqué a aquellas señoras que había algo en mí que se negaba absolutamente al matrimonio con un desconocido. Sí exclamé, no puedo, no podré nunca decidirme...
Se les dejó a los dos una chaqueta para envolver el brazo izquierdo y parar los golpes. Fué un combate terrible, en que los dos enemigos saltaban, se agarraban, se mordían. Varias veces Silva Coelho tuvo sujeto por los pelos a Chim e intentó herirle; pero entonces el malayo se acercaba al portugués, hasta estrecharse con él, y le mordía en la muñeca, y el otro tenía que soltar la cabellera.
En los animados corrillos todo era risas, chacota, correr de aquí para allá. Las muchachas saltaban; los mozos corrían en su persecución; los chiquillos, vestidos de harapos, daban volteretas, y sólo los asnos se mantenían graves y reflexivos en medio de tanta inquietud y algarabía.
Al pie de sus abruptos acantilados estaba el pueblo de los abuelos de Ulises, la casa en la que había transcurrido la mejor época de su niñez. Así debieron verlo de lejos los griegos de Marsilia, exploradores del Mediterráneo desierto, al llegar sobre sus naves que saltaban la espuma como caballos de madera. Todo el resto del día marchó el Mare nostrum casi pegado á la costa.
Andresito seguía con mirada triste las evoluciones de aquellas bulliciosas salamandras con blusa, que saltaban por entre las llamas como si tal cosa, sacudiéndose las chispas como los perros.
La plaza quedaba en poder de la gente menuda, chiquillos desarrapados, que, tomando carrera, saltaban la hoguera con agilidad de monos, cayendo al lado opuesto envueltos en las chispas.
Los ángeles con vestidos blancos, y los demonios llenos de oro y plata y soberbiamente ataviados, pelearon unos con otros; se daban tajos y reveses y saltaban las espadas, y movían un ruído infernal, como si temblasen el cielo y la tierra. Al fin vino Judas y se ahorcó de una ventana, y cayó un rayo y lo consumió de manera, que desapareció para siempre de nuestra vista.»
Muchas, sofocadas por aquel ambiente, se habían quitado la máscara, saltaban con las mejillas rojas y los ojos brillantes, dejándose arrebatar en el torbellino del baile. Unas se desplomaban con lánguido abandono en los brazos de sus galanes, abatidas, mareadas, reposando la cabeza despeinada sobre sus hombros.
Palabra del Dia
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