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Actualizado: 28 de junio de 2025
Las damas toman el ascensor, que las lleva hasta el primer piso. La condesa llama; se abre una puerta; un lacayo muy correcto introduce a estas damas en un salón y poco después aparece la señora Maschine. Es una mujer joven, alta, delgada y de una belleza soberana; luce un vestido de interior muy modesto, pero de una elegancia discreta. Presentaciones.
Gurdilo estaba ya en el salón de sesiones, y no admitía visitas que le distrajesen cuando preparaba mentalmente sus terribles discursos. El catedrático subió á una de las tribunas destinadas al público, viendo abajo, entre las matronas que formaban el Senado, al temible Gurdilo, hacia el que convergían todas las miradas.
Cuando el nuevo propietario entró en el salón de popa, rodeado de camarotes único lugar habitable en este buque de carga , los recuerdos del muerto salieron á su paso.
Estaban allí ya la marquesa de Ujo y su hija, siempre con las sayas a media pierna, el general Patiño, Lola Madariaga y su marido, Clementina Salabert con su dama de compañía Pascuala y otras varias personas, entre ellas el padre Ortega. Como en realidad a él le correspondían los honores de la tarde y era el director de la fiesta, todos le rodeaban formando grupo en medio del salón.
Alguna vez venía al Escorial, pero sólo por pocos días, y casi siempre para recabar de la marquesa algún dinero con que hacer sus correrías por San Sebastián y Biarritz. La grave señora no la mentaba nunca y lloraba en secreto la posición equívoca en que se había colocado para mal de su alma y menoscabo de la familia. Desde la serre pasaron al salón.
Describían los paisajes risueños del suelo natal á los enfermos ilusionados que poco después habían de morir; cantaban á media voz las canciones del terruño; encontraban con su instinto de mujeres de salón las conversaciones que más podían agradar á cada uno.
Y todo aquel rebaño de malhumorados que esperando un acta jamás llegada, corrían como viejos caballos al olor de la pólvora a aglomerarse en dos masas al lado de la presidencia, apenas en el salón se armaba bronca con campanillazos, no podían imaginarse que el joven diputado muchas noches interrumpía su lectura con la tentación de arrojar contra la pared los gruesos tomos de las sesiones, y acababa pensando con escalofríos de intensa voluptuosidad en lo que habría sido de él corriendo el mundo tras unos ojos verdes cuya luz dorada creía ver temblar entre los renglones de la amazacotada prosa parlamentaria.
Cuando pasaba de uno en otro salón, un paje caudatario, con morada librea, sostenía por detrás el extremo de su larga cola de chamelote. Las dos primeras veces que Ramiro fue a echarse a los pies del Canónigo topó en los corredores con una dama arrebujada en su manto.
Pero en lugar de quedarnos en el ancho salón donde el pueblo se reunió entonces, y que á la vez sirve de escuela pública de primeras letras, vamos á subir por una angosta escalerilla abierta en un ángulo de la pared opuesta á la puerta principal.
El Salón, que es una nave rectangular, está dividido por su longitud en cuatro espacios de tres metros: tiene cuatro pilastras por lado que limitan los espacios, y en cada uno de ellos hay un cuadro apaisado con molduras de relieve, y encima de la puerta de entrada por la parte interior hay otro cuadro igual a los anteriores: sobre dichas pilastras descansa el cornisamento y se elevan unos esbeltos arcos apuntados y decorados con molduras, y el todo está cubierto por bóveda de arista, formando el conjunto de este salón, una bella nave que pertenece al orden gótico-bizantino.
Palabra del Dia
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