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Actualizado: 28 de junio de 2025


La más joven contemplaba fijamente, con estupor doloroso, la alborotada barba del cadáver. No, no te acerques, niña dijo bondadosamente don Juan . Sería una impresión demasiado fuerte.... lo que deseas. Tendrás su cabello; ya arreglaré yo eso en el cementerio. Y don Juan, empujando dulcemente a Tónica y Micaela, las sacó del salón, mostrando con ellas una solicitud paternal.

El salón de lectura del Turco se veía siempre muy concurrido durante la segunda época constitucional y se dió el caso en ciertas ocasiones, que no estando el público conforme con las ideas de algunos artículos, con toda algazara arrojasen los periódicos á la letrina entre grandes aplausos.

El templo de la danza era, en aquellos tiempos, un amplio salón cuadrado, rodeado de viejas banquetas de terciopelo rojo, en el que se daban cita los hombres más distinguidos de París.

Entonces entró D. Luis en el salón donde jugaban, dando taconazos recios, con estruendo y con aire de taco, como suele decirse. Los jugadores se quedaron pasmados al verle. ¡ por aquí a estas horas! dijo Currito. ¿De dónde sale Vd., curita? dijo el médico. ¿Viene Vd. a echarme otro sermón? exclamó el conde.

No los dejes bailar mientras no llegue la marquesa ordenó á Friterini . La ceremonia es para ella, y de seguro que le parecerá muy mal al señor de Canterac que empiece antes de tiempo. Pero músicos y bailarines no hicieron caso alguno de sus escrúpulos y continuó el baile. Elena estaba mientras tanto en el salón de su casa, lujosamente vestida para asistir á la fiesta.

Concha y Amparo recibían una ovación y doña Manuela, roja de orgullo, repartía sonrisas y pesetas a todo el enjambre de diablos negros, voceadores y gesticuladores que se agolpaba bajo el balcón. A espaldas de ellas estaba Andresito Cuadros, que acababa de entrar en el salón con el manteo terciado, una bayeta infame que tiznaba de negro la camisa y la cara.

Eran las diez de la noche, cuando me presenté al conserje de la Academia y le pedí las llaves del anfiteatro para recojer unos instrumentos que había yo dejado olvidados. El conserje me las franqueó en seguida y hasta ofreció acompañarme, pero yo le dispensé esa molestia, y penetré solo en el salón.

Nuestro salón campestre, en una noche de baile, es una cosa encantadora; aquel conjunto de bellezas, así humanas como rústicas y de artificio; aquel enjambre de mujeres hechiceras, arrastrando el lujo y la vaporosidad de sus trajes y prendidos entre el otro lujo exuberante de la vegetación, á media noche, á la luz misteriosa que producen los destellos del gas quebrándose en el verde follaje de los árboles; los ecos de la invisible orquesta, el ambiente, la.... Vamos, que tiene aquello algo de fantástico que no se comprende bien á no contemplarlo.

Inclináronse ambos nobles y siguiendo al señor de Chandos, llegaron al extremo opuesto del salón, fuera de los apretados grupos de guerreros y cortesanos.

Muchas gracias, señora. Aunque él, por su gusto, hubiera querido que se marchasen todos, que no quedasen en el salón otras personas que el presidente y los maceros para hablar con menos miedo.

Palabra del Dia

vorsado

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