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Actualizado: 17 de junio de 2025
Puede ser. ¿Y los amores os han quitado el apetito? No por cierto. ¿No? pues me alegro; ni yo tampoco. ¡Dorotea! ¡amiga Dorotea! Decid á vuestra negra que nos dé de almorzar. Almorzaremos todos juntos dijo Dorotea. Que me place: almorzarán juntos el amor y las musas, una ninfa y un sátiro. ¿Y tenéis buena despensa? supóngolo. ¡Ah! me cuidan como una reina.
A esas horas del día la toilette de don Narciso era negligente; pero daban las cuatro, y, no bien había entrado el gallego cuotidiano con las viandas, don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la trastienda, sacaba del interior del mostrador un pan de jabón de España, se lavaba con él, en un lavatorio cojo de hierro con pies de sátiro, y a la luz de un cabo de vela, se acariciaba el cuello y la pechera de la camisa para quitarles el aspecto marchito que la labor del día les había impreso; tomaba el peine desdentado de su uso y se peinaba sin agregar otra pomada a sus ensortijados cabellos que un poco de goma de membrillo elaborada por él mismo para su uso particular.
Volvió rápidamente la cabeza... y ¡mire usted que estaba bien...! ¡Un señor venerable, con cara de santito, entretenerse en tales porquerías! Doña Manuela lanzó una mirada tan severa al vejete de rostro bondadoso, que el sátiro retrocedió, levantando el embozo de la capa con sus audaces manos.
En medio de dicho patio hay una fuente de cuatro cañones con un pilon pedestal y tasa de marmol, el pilon tiene tres varas y media en cuadro, la taza es redonda y tiene tres varas de diámetro y hoy remata con una cabeza de dos caras del Dios Jano también de marmol que parece se puso en lugar de un sátiro que antes tenía y estaba quebrado, tiene de alto toda la fuente desde el suelo hasta su remate cuatro varas.
Aquella mancha, que parece embadurnada con hollejo de uva negra por la mano lúbrica de un sátiro en el delirio bucólico de la vendimia, sugiere una historia trágica de amor, íntima y sellada. La monja debió de haber sido linda, a pesar de la mancha bochornosa, y todavía más que linda, a causa de la mancha, para un espíritu apasionado y propenso a las emociones dramáticas, como es el de Apolonio.
Entonces el enamorado Egas, con voz entonada y ronquilla, cantó de tal manera con ayuda de vecino: Cuando contemplo en tal hora el blanco envés de tu espalda, y que recoges tu falda para subir tan sonora; don Cupido, o don Demonio, entra a rebato en mi pecho, y grito, un sátiro hecho, yo requiero matrimonio. ....................
Sí; y además a procurar que se vean ustedes. Don Juan, fingiendo no haber oído, siguió: Si no está casada... aceptará, y si lo está, saldremos de dudas. Don Quintín, puesta de babero la servilleta y empuñando una pata de pollo frío, se balanceó en la silla, riendo como un sátiro viejo.
Siempre grave y con gesto sombrío, corría el distrito como un sátiro loco, sin más guía que el deseo; sus encuentros brutales, sus abusos de autoridad, llegaban como un eco doloroso a la casa señorial, donde su amigo don Andrés intentaba en vano consolar a la esposa. ¡Pero ese hombre! rugía iracunda doña Bernarda. Ese hombre nos va a perder; no mira que compromete el porvenir de su hijo.
Ni en los más recónditos secretos y escondrijos de sus muebles podrá encontrarse una fotografía desvergonzadamente impúdica; pero en cambio le parece honesta sobre todo encarecimiento aquella ninfa que, sorprendida desnuda y acosada por un sátiro, se escondió... tras el tenue y plateado hilo que formó una oruga entre dos ramas de árbol.
La unión nefanda de estos dos vocablos, bárbaro el uno, helénico el otro, merece la execración universal; pero no importa. Adelante. Contraviniendo la voluntad y las amonestaciones claras del Excmo. Sr. La prisionera del Sátiro no podía resistir ya el anhelo de expansión, de correr libremente, de ser dueña de sí misma un día entero, y, principalmente de darse el gusto de la desobediencia.
Palabra del Dia
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