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Actualizado: 6 de mayo de 2025


El puente de derrota también estaba invadido por los pasajeros, y entre las gorras blancas de los oficiales que allá en lo alto escrutaban el mar y vigilaban la marcha del buque brillaba el tono rubio de algunas cabezas femeniles y ondeaban velos de colores.

No ... Si tuviese que recordar las historias de todos los hombres que he conocido, hace años que estaría loca. ¡No cabrían en mi cabeza!... Robledo, con una curiosidad severa, continuó sus preguntas. ¿Y la hija de Pirovani?... Volvió á llevarse ella las manos á las sienes, hundiendo los dedos en el pelo rubio, escandalosamente rubio, de sus falsos bucles.

Me encuentro... muy bien... ahora dijo a María llevando la mano de ésta a los labios . En cuanto sane..., iremos las dos... a Lourdes..., ¿no es... verdad?... Es muy... bonito... aquello..., muy bonito..., muy bonito... ¡Si supieras... lo que estoy... viendo ahora!... La Virgen... la Virgen que viene... rodeada de estrellas... Ponedme... el vestido de terciopelo... para recibirla... Vamos..., pronto, pronto... ¿No veis que ya entra... por la puerta?... ¡Ay qué pesados!... Buenos días, señora... Tengo una hija que se... parece mucho a vos... Tiene el pelo rubio y los ojos azules..., ¡muy hermosos!..., ¡muy hermosos!

Así se lo digo muchas veces a la gazmoñita de mi sobrina, que hace melindres al vidriero de la esquina... Ahora, si usted me pregunta mi sentir, le diré que el que más me gusta de esa cuadrilla que se sienta en el rincón es aquel muchacho rubio que llaman Godofredo. No es que tenga que decir ni pensar nada malo de éste.

Sobre todo, no olvide usted el cabello rubio. Y una vez cumplida esta delicada misión a medida de sus deseos de usted, se dignó usted hacerme dar en la cocina un vaso de vino, que me bebí religiosamente a su salud. ¡En la cocina!... ¡Qué mal trató usted a mi pobre hermano, señorita! Si el vino era bueno, menos mal dijo el cura saboreando su Chateau-Lafitte.

Jacinta se inclinó un poco hacia él, abriendo su abanico sobre las rodillas, y le dijo en tono muy cariñoso: «Amigo mío, es preciso que usted se cuide, y mire más por su salud. Esta tarde nos encontramos a Moreno Rubio en casa de Amalia, y me dijo que lo que usted padece no es nada; pero que si se descuida y no hace lo que él le manda, lo va a pasar mal.

Menester es confesar que todo este florecimiento tenía una terrible contra: la dependencia de don Andrés Rubio, dependencia de que era imposible o por lo menos dificilísimo zafarse.

Al llegar a la esquina, en la misma red de San Luis, se detuvo vacilante, miró a todas partes, y percibiendo otra vez al rubio mancebo le volvió la espalda con ostensible desprecio y comenzó a descender con más prisa por la calle de la Montera, donde su presencia causó entre los transeuntes la misma emoción.

Tenía un gran sombrero caído á sus pies y apoyaba la frente en una mano, estudiando los papeles puestos sobre la mesilla. Era un joven rubio, de ojos claros.

Agradecido nuestro amigo al cacique de Villalegre, que se llamaba don Andrés Rubio, le ponía por las nubes y nos le citaba como prueba y ejemplo de que la fortuna no es ciega y de que concede su favor a quien es digno de él, pero con cierta limitación, o sea sin salir del círculo en que vive y muestra su valer la persona afortunada.

Palabra del Dia

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