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Actualizado: 19 de junio de 2025


7 Y será, que cuando te dijeren: ¿Por qué gimes ? Dirás: Por la noticia que viene; y todo corazón se desleirá, y toda mano se debilitará, y se angustiará todo espíritu, y toda rodilla se irá en aguas; he aquí que viene, y se hará, dijo el Señor DIOS. 8 Y vino a palabra del SE

Doblemos la rodilla: ya luce en el Oriente El sol que á nuestros padres encandenció la mente Para vaciar en ella de Chile la nacion; ¡Silencio! en nuestros lábios como en el arpa vibre Una oracion solemne digna de un pueblo libre Que pida para todos Amor y Redencion. Á LA AM

Pero casi en seguida vi a una mujer, en pie, cerca de la ventana. Me dirigí a ella, doblé una rodilla y tomándole una mano la llevé a mis labios. No habló ni se movió. Me levanté y, a pesar de la indecisa luz, noté la palidez de sus mejillas, vi la aureola que le formaban sus hermosos cabellos y sin darme cuenta de ello pronuncié dulcemente su nombre: ¡Flavia!

Al mismo tiempo su cuerpo se hizo más pesado. Don Juan se vió en la necesidad de doblar una rodilla para sostener á Dorotea. ¡No me abandones! ¡no me dejes! exclamó ; quiero morir en tus brazos! toma... porque apenas puedo hablar... había escrito este papel... que es mi última palabra para ti... y mi última voluntad... ¡Oh Dios mío!

"Dobló la rodilla el hermoso mancebo y se inclinó la cabeza en señal de crianza y agradecimiento, y en dos brincos se puso ante la cuerda que detenía a los cuatro ligeros corredores; sus doce compañeros se pusieron a un lado, a ser espectadores de la carrera.

Entonces Ramiro, doblando ante ella la rodilla, tomole con frenesí ambas manos, y mirándola fijamente en los ojos, la pidió que ayudase sus designios y que, por amor de Dios, no vendiera el solar; que pensase en la impresión que produciría en el ánimo de don Alonso y de su hija aquel acto menguado.

No el tiempo que trascurrió entre aquel segundo quisiera y un discreto golpecito que me dio doña Cándida en la rodilla... «¿Está usted distraídome dijo. No, no, quia, señora... estaba oyendo a don Manuel, que... Si D. Manuel ha salido a la terraza. Es Serafinita de Lantigua que cuenta la muerte de su marido. Estoy horripilada... ¡Ah!, yo también... horripiladísimo.

Nuestro caballero lo fué comprendiendo paulatinamente, y paulatinamente fué cambiando de postura, doblando ahora una rodilla, poco después la otra, sentándose más tarde, y concluyendo por extenderse como antes se hallaba; todo esto como si cediera á inspiraciones superiores ó á dura necesidad y no á liviano capricho suyo. La misma necesidad le obligó después á cubrirse las carnes que tiritaban.

Los que corrían hacia él vieron en primer término la cúspide de su cabeza, y saliendo de ella un hilo de sangre que serpenteaba entre la hierba. Inmediatamente esta cabeza quedó invisible, pues todos se agolparon en torno al cuerpo caído, inclinándose para escuchar al médico, que lo examinaba con una rodilla en tierra.

Me voy me dijo riendo, con la risa que ya le conocía cuando afrontaba un flirt. ¡Un solo momento! le dije. ¡Ni uno más! me respondió alejándose ya y negando con la mano. ¿Qué me quedaba por hacer? Nada, a no ser tragar el papelito húmedo, hundir la boca en el hueco que había dejado su rodilla, y estrellar el sillón contra la pared. Y estrellarme en seguida yo mismo contra un espejo, por imbécil.

Palabra del Dia

rigoleto

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