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Actualizado: 19 de julio de 2025
Obedecí maquinalmente, y al acercarme rocé con suavidad su rodilla, que se adivinaba a través de la veste y sentí su contacto tibio y carnal. Más cerca, abaníqueme usted... así... ¡oh, ahora se respira!... y suspiró con toda el alma, y, al suspirar, las curvas de su seno se desprendieron un instante del tul que las cubría y volvieron a dibujar su sobrio pero voluptuoso busto.
Digan cuanto quieran los peruanos sobre este particular, lo cierto es, que en el interior de todos ellos se aplaudia la general conmocion: sentian si hubiese sido un indio el autor, porque se les hacia muy duro doblar la rodilla á un hombre de esta casta, mirada en aquellos paises con menos consideracion que la de los esclavos: y no obstante esta repugnancia, estuvieron indecisos, hasta que vieron no se les cumplia, como se les habia prometido, la libertad de sus vidas y haciendas.
Yo he estado en América, señores; me he batido en aquellos colosales combates de Chuquisaca y Cochabamba, y puedo decir que nada nos consolaba de nuestras privaciones y trabajos como hablar de la Constitución, pensar en ella y poder escribirla en nuestras banderas para hacer doblar la rodilla a los indios más bravos.
El espíritu derramado ardía sobre la alfombra con vagorosa llama. Cándida se ocupaba con presteza en apagarlo, pisándolo, para lo cual tuvo que alzarse las faldas hasta muy cerca de la rodilla.
Le ponen pantaloncitos cortos ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos. Como lo quieren a él mucho, él quiere mucho a los demás.
Rióse Roger de los fantásticos conocimientos canónicos del veterano, á quien preguntó si la valiente Guardia Blanca había llegado en efecto hasta Avignón y doblado la rodilla ante el sucesor de San Pedro. No lo dudes, chiquillo, contestó Simón. Dos veces he visto yo al Papa Urbano con mis propios ojos.
Las indias andan tapadas de la cintura á la rodilla, y por no haber querido oir nuestras pláticas, pasamos á otra nacion llamada Sococies, que nos recibieron de paz, y estaba 90 leguas de los Guajarapos. Cada uno de estos Sococies vive en propia y particular casa, con su muger é hijos. Los indios traen una bolilla de palo pendiente de las orejas.
Antonio se deslizó por la escotilla, esperando encontrarlo en la cala. Se hundió en agua hasta la rodilla: el mar la había inundado. ¿Pero quién pensaba en esto? Buscó a tientas en el reducido y oscuro espacio, sin encontrar más que el tonel de agua y los aparejos de repuesto. Volvió a cubierta como un loco. ¡El chico! ¡El chico!... ¡Mi Antoñico!
Las obras del hombre me conmueven; las de Dios me imponen, me turban, me confunden. He subido con vosotros á los montes que levantan sus cúspides mas allá de las nubes; no he podido menos de doblar la rodilla sobre aquellas altas cumbres.
Hablaron con Margalida unos cuantos atlots, pero de pronto, viendo la silla libre, el Cantó avanzó para sentarse en ella, sujetando el tambor entre la rodilla y un codo y apoyando la frente en su mano izquierda. La baqueta golpeó lentamente el parche, mientras sonaba un largo siseo reclamando silencio.
Palabra del Dia
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