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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Pasa primero el tren por un considerable túnel por debajo de la ciudad de Vienne, situada á la orilla izquierda del Ródano, sobre un lecho de rocas de silex y granito, al parecer, y al pié de colinas donde vegetan las viñas escalonadas en anfiteatro; y luego se cruza la llanura que tiene por centro á Valence, ciudad algo considerable, y que se prolonga luego sin interrupcion, por Montelimart, Orange, Avignon, Tarascon y Rognac, hasta dar con el Mediterráneo en las cercanías de Marsella.
Como que me recuerdas al difunto padre Bernardo, que fué un tiempo capellán de la Guardia Blanca y que era un ángel con verrugas y cabellos canos. Por cierto que en la batalla de Brignais lo atravesó con su pica un soldado tudesco al servicio del rey de Francia, sacrilegio por el cual obtuvimos que el Papa de Avignón excomulgara al matador.
Rióse Roger de los fantásticos conocimientos canónicos del veterano, á quien preguntó si la valiente Guardia Blanca había llegado en efecto hasta Avignón y doblado la rodilla ante el sucesor de San Pedro. No lo dudes, chiquillo, contestó Simón. Dos veces he visto yo al Papa Urbano con mis propios ojos.
Delante de Avignon, en cuyo centro se ostentan aún magníficas ruinas, como las del famoso palacio del Papa, que fué su residencia durante el cisma, no puede uno ménos que recordar á Vaucluse, idear la figura poética de la ingrata pero púdica Laura, y murmurar alguno de los dulces é inmortales sonetos de Petrarca, el rey de los cantores del amor.
Cierto es. ¿Y si después de llegar á los dominios de nuestro rey en Francia emprendiese un caminante la marcha en dirección á Oriente? Pues visitaría las tierras francesas que todavía están en tela de juicio y la famosa ciudad de Avignón, donde reside temporalmente Su Santidad.
Palabra del Dia
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