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Actualizado: 9 de junio de 2025


Debido a lo cual, los que crecen lentamente, como el roble, el nogal, el haya, etc., no tenían aún la corpulencia que habían de alcanzar con el tiempo; en cambio, otros se presentaban en la plenitud de su desarrollo.

Eso de estar diciendo a cada instante: «¡ah!, ¡oh!... ¡qué bonito!... ¡Mire usted, papá!», señalando a un helecho, a un roble, a una piedra, a un espino, a un chorro de agua, no es cosa de muy buen gusto.... Creerán que te has criado en algún desierto.... Con que anda a mi lado.... La Nela nos dirá por dónde volveremos a casa, porque a la verdad, yo no dónde estamos.

La comida deslizábase placenteramente. Todos sentían la dulzura del bienestar, la satisfacción de la vida, en aquel comedor, al que daban, el roble tallado y el cuero obscuro de las paredes, una impresión de suntuosidad discreta y señorial. Las grandes piezas del servicio lucían su brillo mate de plata vieja y sólida, trabajada á martillo.

El vaho alcohólico que transpiraba el roble de los toneles y el olor de las gotas derramadas en el suelo por el trasiego, impregnaban con un perfume de dulce locura el tranquilo ambiente de aquella bodega, blanca, como un palacio de hielo, bajo la caricia temblona de los vidrios inflamados por el sol. Fermín la atravesó, e iba ya a salir de ella cuando oyó que le llamaban desde el fondo.

Pero , amado primo añadió sonriendo no eres un hombre de estos tiempos. Debiste nacer en las montañas de la Arcadia feliz, y dejar que tu vida se deslizase lejos del tráfago y estruendo de las ciudades, sonando el dulce caramillo y rindiendo culto á Pan y á las ninfas, coronada la frente de mirto y roble.

No fue precoz como Shelley; pero creció despacio y con firmeza, como un roble, hasta que llegó a su majestuosa altura. Walter Scott tampoco fue precoz de niño. Su maestro dijo que no tenía cabeza para el griego, y él mismo cuenta que fue de muchacho muy travieso y holgazán; pero gozaba de mucha salud, y era gran amigo de los juegos de su edad.

Ya en varias ocasiones anteriores había ocupado esta misma pieza, y la conocía bien, con su gran cama antigua, tallada, de cuatro pilares, sus anticuados tapices y colgaduras, cómodas y guardarropas de estilo rey Jacobo y su cielo raso de roble bruñido. Después de hacerme una ligera toilette, volví a reunirme en la biblioteca con mi elegante y delicada joven huéspeda.

En nuestras cacerías del jabalí y del venado, nunca conseguí cansarle. Su amor propio era más fuerte que su complexión fortísima. Desafiaba los chubascos, el hambre y la sed... Pues vea usted aquel roble quebrarse como una caña. A los pocos meses de caer enfermo se le podían contar los huesos al través de la piel... se fue consumiendo, consumiendo... ¡Ay!...

Vivos deseos sintió Quintanar por un momento de echar raíces y ramas, y llenarse de musgo como un roble secular de aquellos que veía coronando las cimas del monte Areo. «Vegetar era mucho mejor que vivir».

El mueblaje consistía en algunas sillas macizas, en cuyos respaldares había esculpidas guirnaldas de flores de roble; en el centro había una mesa del mismo estilo que las sillas, todo del tiempo de la Reina Isabel de Inglaterra, ó quizás anterior á él, y traído de la casa paterna del Gobernador.

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