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La locura de doña Juana ha llegado al extremo de suponer que hasta los que nada le dicen están enamorados de ella. En este número me cuento, por mi desgracia. El verano pasado vi y conocí a doña Juana en los baños de Carratraca. Y como ahora estoy aquí, ella ha armado en su mente el caramillo de que he venido persiguiéndola.

La Condesa viuda era una señora dotada de un espíritu tan prosaicamente positivo, que sin duda hubiera destruido con sus discursos todo el caramillo de suposiciones poéticas que Poldy había levantado y que en manera alguna quería ella que nadie derribase.

Las ovejas, acometidas súbito de agitación insana, se pusieron a saltar y encabritarse cual si escuchasen los sones de un caramillo encantado. Ni las pedradas ni los halagos lograron retener a una gran parte de ellas.

El bosque bravío cubre la capital de remotas épocas; pasa el cazador salvaje por donde en otro tiempo eran recibidos los caudillos vencedores con aparato de semidioses; pacen las ovejas y sopla el pastor en su caramillo sobre las ruinas que fueron tribuna de leyes muertas; vuelven a agruparse los hombres y surge la cabana, la aldea, el castillo, la fábrica, la ciudad enorme, y se repite lo mismo, siempre lo mismo, con una diferencia de centenares de siglos, como se repiten de unos hombres en otros iguales gestos, ideas y preocupaciones en el transcurso de unos cuantos años. ¡La rueda! ¡El eterno recomenzar de las cosas! ¡Y todas las criaturas del rebaño humano cambiando de aprisco, pero jamás de pastores! ¡y los pastores siempre eran los mismos, los muertos, los primeros que pensaron, y cuyo pensamiento primordial fue como el puñado de nieve que rueda y rueda por las pendientes, agrandándose, llevando adherido en su pegajosidad todo cuanto encuentra al paso!... Los hombres, orgullosos de su progreso material, de los juguetes mecánicos inventados para su bienestar, se creían libres, superiores al pasado, emancipados de la servidumbre original, ¡y todo cuanto decían se había dicho centenares de siglos antes, con diversas palabras!

Debe tener dentro de los zapatos continuó ella unas pezuñitas lindas como las de las cabras. Debe saber tocar el caramillo. ¿No lo cree así, capitán?... El fauno, enfurruñado y rabioso, acabó por marcharse, saludando torpemente al salir. Ferragut sintió un gran alivio con esta ausencia, pues temía alguna palabra ruda de Tòni. Al quedar sola con Ulises, corrió de un lado á otro por la gran cámara.

Pero , amado primo añadió sonriendo no eres un hombre de estos tiempos. Debiste nacer en las montañas de la Arcadia feliz, y dejar que tu vida se deslizase lejos del tráfago y estruendo de las ciudades, sonando el dulce caramillo y rindiendo culto á Pan y á las ninfas, coronada la frente de mirto y roble.

Es tu acento el susurro que adormece del aura al retozar en la floresta, y el blando caramillo que solloza, bajo el beso lunar en primavera.

Taylor hubiera sido bailarín, la castañeta hubiera sido también, naturalmente, el núcleo de sus impresiones, la piedra angular de todo el caramillo de ideas que sobre España formase; pero como yo no creo que el señor Taylor sea bailarín de oficio, hallo raro que califique á España de país de la castañeta, por más que en España las castañetas ó castañuelas se toquen desde muy antiguo, según lo atestigua Marcial en sus versos en elogio de Teletusa, que las repiqueteaba de lo lindo al gusto de Cádiz; por más que un docto fraile inventase y escribiese una ciencia nueva titulada Crotalogía ó ciencia de las castañuelas, y por más que mi ingenioso y erudito amigo D. Francisco Asenjo Barbieri, que en paz descanse, escribiese también un curioso discurso sobre tan alegre instrumento.