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Actualizado: 30 de junio de 2025


Va para negocios del caudal, que ni ni yo entendemos. Yo tengo tal confianza en Braulio, que no he querido cansarle en que me explique de qué naturaleza son esos negocios que tamaña prisa requieren. Bástame con que me haya dado completa seguridad de que no ocurre nada aflictivo. ¿Cómo, además, había él de ir tan alegre y tranquilo como va si hubiese que lamentar una desgracia?

Mi padre, dirigiéndose a él, dijo: «Oiga, señor lampistero; no habiendo aviso, supongo que hay vía libre, y espero que el tren pase de Busdongo.» Y volviéndose hacia : «Dime, Pedriño, ¿no es esto señal de ser un poeta? Sin intención he compuesto una sonora cuarteta. Siempre expreso en poesía el contento o el fastidio. Valeiro bien me decía que soy el moderno OvidioNo quiero cansarle.

Hacia los extremos del salón veíanse algunas parejas, más ocupadas de mismas que del prójimo, en que ella parecía resignarse a conceder lo que deseaba otorgar, mientras él se obstinaba en pedir lo que luego había de cansarle. En un círculo se discurría de política; se comentaba en voz baja el escándalo de la semana, pronunciando al oído y en secreto los nombres de los protagonistas.

Pues entonces, Roger, tirad al suelo ese trozo de espada, aconsejó Norbury. ¿Me pedís perdón? repitió Roger dirigiéndose á Tránter. ¿Estáis loco? contestó éste. ¡Pues en guardia otra vez! gritó Roger, renovando el ataque con vigor tal que compensó la pequeñez de su arma. Había notado que la respiración de Tránter era fatigosa y se propuso hostigarle y cansarle, haciendo valer la propia agilidad.

La antigua reina del Guadalquivir, que ya solo cobra de este gran rio el tributo de sus aguas sin cansarle con sus bajeles, se ofrecerá á tus ojos como un mayorazgo arruinado que pasa la vida en magestuosa holganza instalado en su espaciosa casa solariega, de cuyas paredes penden empolvadas, desgarradas y descoloridas tapicerías, en otro tiempo magníficas, y entretenido con los ahumados retratos de sus abuelos mientras las goteras acaban de arruinar sus artesones, y en tanto que sus tierras yacen abandonadas á la cizaña, á la oruga y á la langosta.

En nuestras cacerías del jabalí y del venado, nunca conseguí cansarle. Su amor propio era más fuerte que su complexión fortísima. Desafiaba los chubascos, el hambre y la sed... Pues vea usted aquel roble quebrarse como una caña. A los pocos meses de caer enfermo se le podían contar los huesos al través de la piel... se fue consumiendo, consumiendo... ¡Ay!...

Pero este género de gloria acabó por cansarle, y sobre todo le repugnó al cabo, por el peligro, que vio al fin patente, de convertirse en un oso metafísico y filarmónico, pero oso, en un Ata Troll de carne y hueso.

Palabra del Dia

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