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¡Caracho, lo que usted sabe, amigo Apolonio! exclamó Novillo, sinceramente deslumbrado. Pues ya sabe usted tanto como yo, don Anselmo. Y si usted desea más detalles, le dejaré unas cuartillas manuscritas, tituladas «Podotecología estética, o historia del calzado artístico», que para escribió mi amigo Valeiro, y que es de donde yo he tomado los datos.

Yo te admiraba y te envidiaba confiesa Apolonio, con rubor. Yo también te he tenido envidia declara Belarmino, con franqueza. Eres como mi otra mitad. , y mi otro testaferro. Ya estamos unidos. Qué dramas voy a escribir ahora. serás mi inspirador, como Sócrates lo fué de Sófocles; al menos, Valeiro así me lo aseguraba. Suena, lejos, la campana que llama al refectorio.

Un amigo mío muy erudito, Valeiro, estudiante compostelano, me contaba haber leído en un libro de un Fray no cuántos Guevara, obispo en alguna diócesis de Galicia, que los españoles, en los tiempos del gran Carlos V, cuando el tal obispo escribía, andaban en zancos por las calles, a causa de los lodos. ¡Qué barbaridad!

Mi padre, dirigiéndose a él, dijo: «Oiga, señor lampistero; no habiendo aviso, supongo que hay vía libre, y espero que el tren pase de Busdongo.» Y volviéndose hacia : «Dime, Pedriño, ¿no es esto señal de ser un poeta? Sin intención he compuesto una sonora cuarteta. Siempre expreso en poesía el contento o el fastidio. Valeiro bien me decía que soy el moderno OvidioNo quiero cansarle.