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Actualizado: 15 de mayo de 2025


En cuanto á sus versos, ya sabe mi opinión: muy flojos; casi diría que son malos. Fué á meterse en la caja portátil, pero todavía retrocedió para comunicar á su inferior el gran descubrimiento que acababa de hacer. Una cólera sorda y fría había registrado su memoria más profundamente que la vanidad halagada. -Ya á quién se parece su gigante: acabo de descubrirlo.

Antes de desaparecer por uno de los escotillones, todavía retrocedió Flimnap hacia el gigante para decirle en voz baja: Si vienen á buscar á Ra-Ra, no se empeñe en defenderlo; sería peor para él y para usted. Déjelo abandonado á su suerte. Nosotros sólo debemos pensar en nuestro porvenir. Yo siempre he creído que un amor que no es egoísta no merece el nombre de amor.

¡Eh! ¡quieto, Mustafá! le dijo, dejándome oír una voz infantil y fresca, al par que armoniosa y grave: ¿no ves que es un caballero? El perro retrocedió, y yo me acerqué más. La muchacha me miró de nuevo. Hay miradas que son una historia. Hay miradas que son un poema. Hay miradas que son una sátira. Hay miradas que dilatan el alma. Hay las por el contrario que la comprimen.

Mi faz amarillenta y mi largo bigote caído, favorecían el plan. Y cuando a la mañana siguiente, después de haber regateado con los sastres de la calle Cha-Cona, entré en la sala tapizada de seda escarlata, donde ya brillaba la vajilla del almuerzo sobre la mesa de hule negro, la generala retrocedió como si apareciese el propio Tong-Tché, Hijo del Cielo.

El abate se dirigió hacia la puerta, la abrió y retrocedió como ante una aparición inesperada. Era Bettina, que en el acto vio a Juan y se dirigió derecho a él. ¿Sois vos?... ¡Oh, cuánto me alegro!

Ello fué que estando el joven pintor examinando con cuidado el muro, un ligero ruido de ramaje llegó á sus oídos. Retrocedió prontamente algunos pasos y, alargándose su perspectiva, descubrió á la sobrina de la señorita Guichard en su nido de verdes hojas.

¡Si no es para hacerte daño, mujer! profirió él deteniéndose. Sólo quiero decirte dos palabras al oído... dos palabras solamente. Pues yo no quiero oirlas... ¡No te acerques! Plutón avanzó algunos pasos y ella retrocedió otros tantos blandiendo en su mano derecha la hoz. En cuanto te las diga me marcho manifestó él sonriendo diabólicamente. ¡No te acerques! exclamó de nuevo retrocediendo.

Retrocedió dos pasos y se arrojó con tal fuerza contra la puerta, que esta no quedó, evidentemente, en estado de recibir otro golpe. En el mismo instante se abrió la puerta y Lea, muy pálida, apareció en el umbral. Con un ademán indicó la casa á Sorege y dijo con voz cansada: Puesto que no puedo escapar á su persecución, entre usted.

No tardó en aparecer un joven, a cuya vista lancé una exclamación de asombro; y él, al verme, retrocedió un paso, no menos atónito que yo. A no ser por mi barba, por cierta expresión de dignidad debida a su alto rango y también por media pulgada menos de estatura que él podía tener, el rey de Ruritania hubiera podido pasar por Rodolfo Raséndil y yo por el rey Rodolfo.

Si no quieres ser mía, tampoco serás de otro, porque antes te voy á partir el corazón. Rápidamente echó mano á un cuchillo que había sobre el mostrador y se lanzó sobre su querida. Retrocedió ésta llena de terror, mas por súbita inspiración exclamó sonriendo: ¡Anda! ¿Y lo has tomado en serio de verdad? Velázquez se detuvo y la miró estupefacto, inflamadas las mejillas, llameantes los ojos.

Palabra del Dia

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