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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Míreme usted bien. Sí, señora. Por lo que en París nos dijeron, ha sido un milagro. Un milagro del cariño y del amor, señora. ¡La condesa, mi madre, es tan buena! ¡Mi marido me quiere tanto! ¡Ah!... ¡Qué niño tan lindo ése que juega allí bajó! ¿Es de usted, señora? Germana se levantó del banco, miró a la viuda y retrocedió atemorizada, como si hubiese pisado una serpiente.
D. Felicísimo retrocedió sintiendo que su valor se extinguía, que sus bríos se aplacaban, que toda su sangre se congestionaba en el corazón.
Retrocedió ante este terror más vago, e hizo un violento esfuerzo para confirmarse en la idea de que era un ladrón con manos, y que las manos pueden agarrar. En un relámpago, el pensamiento de Marner recorrió a todos los vecinos que le habían hecho observaciones o preguntas que pudieran ser ahora interpretadas como motivos de sospecha.
Ella tampoco ha podido dormirse sin hacer al viejo tío el confidente de su dicha. Eso está bien, hijos míos; os lo tendremos en cuenta. Y con la misma alegre prisa con que había abierto la carta de Roberto Hellinger, rompió el nuevo sobre. Pero apenas había comenzado a leer, cuando con un grito ahogado retrocedió dos pasos, tambaleándose, como un hombre que recibe un golpe por sorpresa.
Manín habrá visto bien por todos lados a Concha. ¿Verdad, Manín, que la has visto cómodamente? Avanzó unos pasos. La niña retrocedió asustada. No tenga miedo, señorita. Tranquilícese usted, señorita. Yo no vengo aquí a azotarla. Eso de los azotes es muy antiguo. ¡Quién se acuerda ya de azotes!
Mi tío se acercó temblando, remiso y casi arrastrado por el deber... al aproximarse retrocedió: la moribunda presentaba un aspecto terrible: la fisonomía estaba amoratada; la respiración era difícil y cavernosa. ¡El sacerdote! exclamaron algunos de los circunstantes mientras los médicos abandonaban la habitación.
El joven retrocedió asombrado, como si repentinamente acabasen de herirle en medio del pecho. ¿Irte? ¿Y lo haces con esa frialdad?... ¿Irte tú, así, así, en plena dicha? Se tranquilizaba a los pocos momentos. Aquello no era más que la resolución momentánea en un arranque de indignación. No se iría, ¿verdad?
La señora Chermidy reconoció a la primera ojeada a la mujer que sólo una vez había visto, y a la que no esperaba encontrar en este mundo. No obstante su serenidad y estar dotada por la Naturaleza de un alma bien templada, retrocedió un paso largo, como el soldado que ve hundirse el puente que él iba a atravesar.
¿Qué manda Vd., señor? contestó un hombre que se hallaba cavando un cuadro de tierra cerca del pabellón. Anda, hombre, anda por el postigo de la tapia a ver lo que sucede en la calle. Atanasio corrió hacia el sitio indicado, pero al abrir la pequeña puerta que daba paso a la calle, retrocedió, cayendo de espaldas contra la tapia.
Fortunato, que era la bondad misma, se precipitó á su socorro y recibió algunos puntapiés y alguna que otra tarascada, pero no retrocedió y empezó á desabrochar á Clementina, que lanzaba débiles quejidos. Le mojó concienzudamente las sienes con agua de Colonia y le hizo aspirar un frasco de sales.
Palabra del Dia
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