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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Ella, tan débil, que apenas podía mover las manos, retorcía su armazón de huesos con la fuerza extraordinaria de la angustia, y tales eran sus impulsos, que la tía apenas podía contenerla entre sus brazos. Apoyándose en los talones se levantaba, doblándose como un arco, con el pecho abombado y jadeante, el rostro crispado y azul.
Interesóme de veras el caso, porque vistos los antecedentes del «caballero» aquél y de sus fidalgos camaradas, no era para tomarlo a risa; y después de meditar un poco mientras Facia gemía y se retorcía las manos cadavéricas, la dije: ¿De manera que eso ha de suceder esta misma noche? Así fue la amenaza respondióme, casi sin voz para ello.
A la tarde siguiente el segundo se fué con su hermano, y mi mujer se echó desesperada sobre lo único que nos quedaba: nuestra hija de cuatro meses. ¿Qué nos importaba la difteria, el contagio y todo lo demás? A pesar de la orden del médico, la madre dió de mamar a la criatura, y al rato la pequeña se retorcía convulsa, para morir ocho horas después, envenenada por la leche de la madre.
Ya no gritaba de dolor, como la víspera; pero sentía una mano de hierro que le oprimía, le estrujaba y retorcía el corazón: se ahogaba, las palabras expiraban en sus labios, pues tenía que decir la verdad y comprendía que ésta se iba a volver en su contra.
Por un segundo se abandonó, desfallecida, a esta imaginación de Julio que sobrevenía para salvarla de Muñoz. Y ambos huían de la pobre Laura. Pero luego estrujó el papel con impaciencia y sonrió con angustia. Raquel se retorcía las manos, consternada. ¡Déjala ir! Si supieras, Raquelita, qué inútil sería también esta carta. A Muñoz no podrás quererlo nunca.
Su marido, el señor Cuervo, y sus hijos comían los garbanzos duros, se lavaban sin toalla porque ella había salido con las llaves, como siempre, y no acababa de volver. «¿Cómo había de volver si aquella empecatada de Regenta no se daba a partido, y resistía al hombre irresistible con heroicidad de roca?». El mísero empleado del Banco retorcía el bigotillo engomado y con voz de tiple decía a la muchedumbre de sus hijos que lloraban por la sopa: Silencio, niños, que mamá riñe si se come sin ella.
Nada más que en la dulce mirada de admiración y de gratitud que dirigía a su señor y dueño mientras él se retorcía el bigote escuchando con aparente deferencia la interminable arenga del cura, se veía el don absoluto y gozoso de su persona, de su vida y de su alma. La de Candore, en el colmo de la dicha, disimulaba su satisfacción bajo una impasibilidad convencional.
El camino era difícil y se retorcía en espiral alrededor de la montaña; a uno y otro lado, las cepas de viña, cargadas de follaje, se inclinaban sobre él como para borrarlo. En la cumbre amarilleaba a la luz del sol poniente un edificio prolongado, con torre a la izquierda, y a la derecha un palomar derruido, sin techo ya.
Junto á sus bocas, el metal se retorcía formando la hojarasca de un capitel; su parte opuesta la remataba una cabeza de medusa.
Horrorizada, con cara de condenado del infierno, Emma se retorcía agarrada con uñas de hierro a los hombros y al cuello de Minghetti, que no había tenido tiempo para levantarse de la banqueta del piano. Estaba él cantando y acompañándose, según costumbre, cuando su discípula lanzó un chillido de espanto, sorprendida y horrorizada por el primer dolor del parto próximo.
Palabra del Dia
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