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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Todo esto respiraba un sentimiento idílico, de suave felicidad, que, como contraste a sus refinados amores cortesanos, le causaba un gran deleite. Maximina siguió caminando en silencio. ¿Te ha reñido tu tía? No. Volvió a guardar silencio. Al cabo de un instante, acercando más el rostro, observó que algunas gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.
No obstante, de tal manera fijó la atención de Miranda lo que decían, que inmóvil y vuelto todo oídos, no respiraba casi.
No podía participar de la alegría insensata de sus convecinos porque, como siempre, su alma se hallaba inflamada por un torbellino de sentimientos belicosos. Pocas noches antes los mineros habían maltratado á dos mozos de Entralgo que venían de cortejar en Tiraña. Desde entonces no respiraba más que venganza y exterminio.
La vista del castillo le apenaba profundamente; el aire que respiraba alteraba su salud, y, a no verme sufrir tanto, se hubiese retirado de nuestra morada desde hacía mucho tiempo. Sombrío y taciturno, huía de toda distracción y aun del estudio; entregado a la religión, pasaba día y noche al pie del altar. En los alrededores era tenido por un santo, y hasta mi marido respetaba su virtud.
El pecho delicado que respiraba dentro de una mala habitación y se encuentra repentinamente en el anchuroso cuarto del Universo, expuesto al sol y el viento, siéntese oprimido. El niño juega, va, viene, corre. La enferma se sienta, é inmóvil, comienza á temblar á impulsos de aquel aire frío, y acude á su memoria la templada atmósfera del abandonado nido.
La depositó sin hacer ruido sobre la arena de la alameda, dio un paso apoyando el índice sobre sus labios y fue a aspirar el vaho de la habitación por la abertura que había hecho. Su pecho se henchía con una ávida voluptuosidad. Era la primera vez que respiraba en diez días. Alargó la mano hacia la habitación, palpó el interior, encontró la falleba y la cogió.
Pierrepont de pie, inmóvil, mudo, asistía en la penumbra del palco a esta breve escena. Por fin, decidióse a ir al encuentro de la vizcondesa que permanecía en el saloncito; la interesante dama se había sentado en un diván y respiraba con dificultad cual si una mano de gigante le oprimiera el corazón.
Hablaba con voz dulce y ademanes reposados, interpolando en sus palabras una risa discreta, que era el eterno acompañamiento de su conversación. Según Maltrana, este amigo respiraba optimismo y confianza en la vida, esparciendo en torno de su persona un ambiente de contento.
Algunas veces se retiraba medio ofendida por las audacias verbales de Fernando, y éste respiraba, satisfecho y contrariado al mismo tiempo. «¡Anda con Dios y no vuelvas nunca! se decía con rabia . La verdad es que no sé por qué pierdo el tiempo con esta mujer.» Pero no transcurrían muchas horas sin que se reanudasen las relaciones de buena amistad.
Eran las tres de la mañana y empezaba a despuntar el día. Me hallaba en una avenida larga y recta, cubierta de césped y a cien varas de distancia corría Ruperto, flotante al viento el rizado cabello. Me sentía rendido y respiraba fatigosamente; le ví volver el rostro y saludarme otra vez con la mano. Se burlaba de mí, porque veía que me era imposible alcanzarle.
Palabra del Dia
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