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Actualizado: 15 de mayo de 2025
La pobrecilla no cabía en sí de miedo al verse sola en aquel tugurio, entre mil objetos cuya forma no podía apreciar, tendida en un miserable jergón y expuesta al aire colado, que por una ventanilla entraba. En su desvelo, sintió las pisadas de los ratones que en aquellos climas vivían; pisadas que en sus oídos resonaban como si fueran producidas por los pies de un ejército de gigantes.
Sólo algunos gringos procedentes de los llamados «países latinos» buscaban las botellas de vino tinto. Los demás, especialmente los hijos del país, consideraban los líquidos de color de sangre como una bebida ordinaria, apreciando la claridad y el tono blanco de los vinos como signo de aristocracia. Resonaban continuamente los taponazos del champaña.
El emperador mandó poner el palacio de lujo: y resplandecían con la luz de los faroles de seda y de papel los suelos y las paredes; las rosas rojinegras estaban en los corredores y los atrios, y resonaban sin cesar, entre el bullicio del gentío, las campanillas: en el centro mismo de la sala, donde se le veía más, estaba un paral de oro, para que el ruiseñor cantase en él: y a la cocinerita le dieron permiso para que se quedase en la puerta.
Ella se sintió sin fuerzas para escalar aquello; no distinguía senda alguna, ni había allí nada que indicase el paso de seres humanos. No se oía voz alguna, sino de tiempo en tiempo, y resonando muy lejos, gritos de mujeres. Los gritos resonaban como si una bandada de aves, con palabra humana, se cerniera graznando en lo más alto del cielo. De repente oyóse una voz infantil que venía de abajo.
Los versos del convencional Chenier, adaptados á una música de guerrera gravedad, resonaban en las calles al mismo tiempo que la Marsellesa. La République nous appelle, Sachons vaincre ou sachons périr; Un français doit vivre pour elle, Pour elle un français doit mourir. La movilización empezaba á las doce en punto de la noche.
Este vagó todavía un rato de grupo en grupo escuchando comentarios. Tenía ganas de irse, pero había visto en un corro cerca de la puerta a su antiguo maestro y ex amigo Rojas. Desde la publicación de los artículos había evitado cuidadosamente el tropezar con él y por no pasar cerca se estuvo quieto. En el amplio corredor iluminado resonaban cada vez más altas las voces de los socios.
A la humosa llamarada de las antorchas, Ramiro pudo reconocer, en medio de aquel golpe de gente, la enhiesta facha de Bracamonte. Nueva exclamación estalló: ¡Viva don Diego! Los pasos de la turba resonaban sobre las losas de modo acompasado y solemne. Son algunos vecinos que vienen acompañando a don Diego de Bracamonte exclamó Ramiro en voz alta, volviendo el rostro hacia el concurso.
Pero al entrar en ella, oyeron dos voces irritadas, ruido de aceros que se chocaban, y á poco un grito de agonía, tras el cual no se volvió á oír el choque del acero. Montiño se detuvo, pero el padre Aliaga tiró violentamente de él y le arrastró hacia un lugar donde resonaban grandes golpes á la puerta de una casa.
»Transcurrieron tres meses en el suplicio y en la embriaguez de nuestra pasión, cuyos combates agotaban nuestras fuerzas y nuestro valor. Parecíame que las amenazas de Teobaldo alejaban de mí cada día la felicidad; la voz de la opinión pública y las murmuraciones del mundo resonaban en mi oído haciéndome estremecer; sólo la presencia de Carlos tenía la virtud de impedir que llegasen hasta mí.
Apenas entendía aquellas frases precipitadas y llenas de emoción. Resonaban extrañamente en sus oídos y le aterraba en ellas un sentido oculto, impenetrable. Al mismo tiempo atendía a la expresión y a la actitud de Adriana. Y Lucía y Charito también la contemplaban suspensas. No quedaba en su cara vestigio de la antigua gracia inquietante.
Palabra del Dia
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