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Actualizado: 15 de junio de 2025
El murmullo de las aguas ribereñas, el canto melancólico de las ranas, el lejano rodar de un carruaje, todos esos rumores resonaban misteriosamente en el espacio y le mecían con una música semejante a la música de otros tiempos.
Púsose por fin en camino el conmovido joven, en cuyos oídos resonaban las bendiciones y las frases de despedida de los bondadosos monjes. Al llegar á una altura vecina se detuvo para contemplar por última vez aquellos lugares en los que se había deslizado su vida tranquila y dichosa.
El molino entero crujía, balanceando pesadamente sus aspas mutiladas, que resonaban con el cierzo lo mismo que el aparejo de un buque. Volaban las tejas de su destruida techumbre. En lontananza, los pinos apretados que cubrían la colina se agitaban zumbando entre sombras. Creyérase que era el alta mar...
Nuestros pasos resonaban profundamente en las calles solitarias; la luz triste y escasa del día que comenzaba daba cierto aspecto de antorchas funerarias a los faroles que aun se hallaban encendidos, y las casas, dejando caer de sus tejados algunas gotas de lluvia, parecían llorar mi marcha.
Sus pasos resonaban sobre la arena endurecida por las heladas, el viento arrancaba de las ramas las últimas hojas secas que revoloteaban como avecillas de oro, la atmósfera de una limpieza incomparable dejaba ver en la lejanía las masas violáceas de la sierra y hacia Poniente unas ráfagas de nubes rojas y anaranjadas parecían incendiar el arbolado de los cerros.
Cediendo al cansancio empezó á dormitar; mas no durmió con ese sueño que da reposo al cuerpo y al espíritu, porque su excitación le impedía un descanso profundo. Dormía con el letargo doloroso ó indeciso que representa todas las visiones de la vigilia anterior de un modo incoherente y monstruoso. En su sueño creía escuchar lamentos que resonaban en las bóvedas de la Cárcel.
Esto halagaba mi vanidad, pero no llenaba mi corazón. ¡A! ¡no! en él resonaban huecos los aplausos; le aturdían, pero no le conmovían. Y me faltaba algo; yo era pobre; trabajando á partido ganaba poco; me veía obligada á alquilar trajes, en que todo era falso y muchas veces viejo; otras llevaban sedas y brocados, y perlas y diamantes... eran queridas de algún gran señor.
Pero ¿qué jubiloso clamor es ese que sale de las mazmorras donde há poco solo resonaban dolorosos alaridos y prolongados ayes de agonía? ¿Por qué sacuden sus vibradoras lenguas con tanto brío las antes sujetas y mudas campanas de las basílicas, ayer desiertas, abandonadas y amenazando ruina? ¿Qué significa ese imponente rumor con que despierta sobresaltada la poblacion entera? ¡Ah! ¡Es que ha amanecido el dia del gran desastre para el Islam!
Pero sus palabras resonaban noche y día en sus oídos, le perseguían, le dolían como crueles latigazos. Conocía algunos razonamientos de los herejes; aquellos que los libros de teología traían, y que el autor, con la autoridad de los Santos Padres, refutaba siempre victoriosamente. Sabía de la existencia de los racionalistas, pero sus noticias eran deficientes y vagas.
Palabra del Dia
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