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Actualizado: 15 de junio de 2025


La condesa se perdió por una pequeña puerta al fondo. La galería que acababa de atravesar era la de los Infantes; el lugar en que había entrado, era una galería densamente lóbrega, en la cual resonaban los pasos de la condesa de una manera sonora.

Era Noche-Buena, y si todo callaba en la triste vivienda recién visitada de la muerte, fuera, en las calles de la ciudad, y en todas las demás casas, resonaban placenteras bullangas de groseros instrumentos músicos, y vocería de chiquillos y adultos cantando la venida del Mesías.

Su voz y su risa, que resonaban constantemente en todos los ámbitos de la Aduana, no adolecían de ese sacudimiento trémulo á manera de cacareo de gallina tan común en la vejez: parecíase al canto de un gallo ó al sonido de un clarín.

Los pasos resonaban con eco gigantesco, como si se conmovieran todos los sepulcros de reyes, en la catedral. Apenas hubo pisado las baldosas del pavimento, sintió en el rostro la caricia fría y un tanto pegajosa de aquel ambiente de bodega subterránea. En el templo todavía era de noche.

Cada vez que resonaba un reloj á lo lejos, el corazón de doña Ana cesaba de latir; cada vez que resonaban pasos en la calleja á donde daba el postigo de su casa, una ansiedad mortal la devoraba. Los pasos se acercaban, llegaban, se alejaban. No era el rey. Al fin, dieron á lo lejos las doce de la noche.

No tenga miedo, señor arcipreste... murmuró gravemente Barbacana . Perro que ladra no muerde. Ni a romperme un vidrio se atreverán esos bocalanes. Pero conviene estar dispuesto, por si acaso, a enseñarles los dientes. Resonaban nutridos y feroces los mueras; mas en efecto, ni una piedra sola venía a herir los cristales.

Los añafiles y atabales, los albogues y tamboriles resonaban alegremente por la estancia: algunos mancebos ya habían dado muestras de su destreza ensayando los asaltos y bailes que tanto tenían de desenfado árabe, como de galantería castellana.

Mezclóse diversamente por todo el campo, el llanto con la alegría, el contento con la tristeza. Sonaban los aires con el estruendo de las trompas i de los atambores que celebraban el buen suceso de las armas de Taric, i resonaban las quejas de los heridos i moribundos.

Juanito desempeñaba bien su papel: á veces movía la cabeza en señal de disgusto y entonces se oían toses, murmullos en algunas partes; á veces sonreía, aprobaba y un segundo despues resonaban aplausos. Doña Victorina estaba encantada y hasta concibió vagos deseos de casarse con el joven el día que don Tiburcio se muriera. ¡Juanito sabía francés y de Espadaña no! ¡Y empezó á hacerle zalamerías!

Amenazábanos la lluvia, caían gruesas gotas, y en el bosque cercano resonaban las arboledas como al paso de impetuoso viento. Silbaban las serpientes entre los matorrales del camino, zumbaban mil insectos entre las hierbas, y el ruido del aguacero se aproximaba rápido y pavoroso. Los árboles me parecían espectros; las luces de las chozas cirios que ardían delante de un cadáver. Ibamos al trote.

Palabra del Dia

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