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El licenciado Cosme Gómez Tejada de los Reyes compuso un número considerable de autos, especialmente al Nacimiento. Parte de los mismos existen impresos en un tomo que lleva el título de Noche-Buena, autos al Nacimiento del Hijo de Dios: Madrid, 1661.

Llegará, por ejemplo, la Noche-buena y usted empleará su imaginación poderosa en representarse las escenas de pura poesía del Nacimiento de Jesús.... Volverán a ser para usted las que ya parecían vulgaridades de villancicos, grandes poemas, manantial de ternura, y llorará pensando en el Niño Dios.... Y usted me dirá entonces si aquellas lágrimas son más dulces y frescas que las que anoche le arrancaba el bueno de don Juan Tenorio....

¡Lástima que no haya llegado el estudiante para solemnizar debidamente toda la Noche-Buena! Porque ésta tiene en la aldea varias peripecias. Después del placer de preparar la cena y del de tragarla, falta el de la llegada de los marzantes, por los cuales ha preguntado ya muchas veces el vapuleado chicuelo, á quien, la verdad sea dicha, preocupan todavía más que la tardanza de su hermano.

Todos están más locuaces que antes, y hasta el viejo labrador ha desarrugado su habitual entrecejo. El rapazuelo ronca tendido sobre un banco, y el estudiante habla en latín y asegura que si entonces pillara al mayorazgo, ¡ira de Dios!... La tía Simona canta por lo bajo: «Esta noche es Noche-Buena y mañana Navidad; está la Virgen de parto y á las doce parirá

Era Noche-Buena, y si todo callaba en la triste vivienda recién visitada de la muerte, fuera, en las calles de la ciudad, y en todas las demás casas, resonaban placenteras bullangas de groseros instrumentos músicos, y vocería de chiquillos y adultos cantando la venida del Mesías.

Suele, en verdad, venir a las casas, en los días de matanza, o en los que preceden a la Noche-buena, cuando se hacen mil golosinas, o durante la vendimia, para hacer el arrope y las gachas de mosto, o poco antes de Semana Santa, para solemnizarla con hojuelas, pestiños, gajorros y piñonate, alguna mujer perita, de tres o cuatro que hay siempre en cada lugar, la cual se pone al frente de todo; pero rarísima vez la señora abdica en esta mujer por completo y se sustrae a toda responsabilidad.

Era Noche-Buena, y si todo callaba en la triste vivienda recién visitada de la muerte, fuera, en las calles de la ciudad, y en todas las demás casas, resonaban placenteras bullangas de groseros instrumentos músicos, y vocería de chiquillos y adultos cantando la venida del Mesías.

Todo el elemento joven de que hablaba El Lábaro en sus crónicas del pequeñísimo gran mundo de Vetusta, estaba allí, en el crucero de la catedral, oyendo como entre sueños el órgano, dirigiendo la colación de Noche-buena, viendo lucecillas, sintiendo entre temblores de la pereza pinchazos de la carne.

Y es porque el infeliz no los ha oído nunca, ni en la Noche-Buena, ni en la de Año Nuevo, ni en la de los Santos Reyes, pues se ha dormido siempre antes de que lleguen al portal; así es que cree en los marzantes como en el otro mundo, por lo que le cuentan.

De este género habría sido la representación simbólica de la resurrección de Jesús en la noche de Pascuas , de la cual tratan los cánones del concilio de Worms como de una antigua costumbre; la subida de la efigie de Cristo al techo de la iglesia, y el descendimiento de la de Satanás ardiendo el día de la Ascensión ; el pesebre que se erigía en la Noche-buena, la representación de los tres Reyes cuando adoraron al Niño Jesús, etc.