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Actualizado: 22 de junio de 2025
Había ido con el propósito de romper aquellos lazos, si la novia de su hermano no se prestaba medianamente a ello; pero cuando la vio tan humilde, tan resignada a su triste suerte, entrole apetito de componendas y de mostrar sus habilidades de zurcidor moral. «He aquí una ocasión de lucirme pensó . Si consigo este triunfo, será el más grande y cristiano de que puede vanagloriarse un sacerdote.
Y Fernandito, con resignada sonrisa, contestó: El vol-au-vent de codornices... Siempre se me indigesta. ¿Sabes? ¡Pues ya lo creo que lo sé, polaina!... Por eso tomo yo siempre vol-au-vent de sopa de ajo replicó Diógenes. Y cediendo a su instinto natural de desvergonzada capigorronería, añadió: Oye... ¿Y quién me lleva a mí luego en su coche, tú o Jacobo?
Ella no era nadie: una pobre costurera que, acostumbrada a sufrir las impertinencias de las señoras, no podía permitirse el lujo de mostrar susceptibilidad ni amor propio... pero eso de casarse para ser la víctima resignada y humilde sobre la cual cayeran los desprecios de la familia, estaba fuera del límite de su paciencia. No diga usted que no. Adivino lo que sucedería; como si lo viese.
Doña Manuela, que le había tenido tanto tiempo a su voluntad, asombrábase ahora ante sus alardes de independencia. Le habían cambiado su hijo, según ella decía con el tono quejumbroso de una madre resignada. Y el tal cambio consistía en haberse negado Juanito varias veces a darla dinero para salir de pequeños apuros. Esto indignaba a doña Manuela.
Muy de maravillar y muy digna de alabanza es esta fidelidad resignada de la cordobesa. No negaré, con todo, que a veces agota la cordobesa la resignación y rompe el freno de la paciencia. Entonces estallan los celos como una tempestad.
Su fisonomía es apacible y animada, su mirada benévola y su sonrisa bondadosa. La resignada es melancólicamente trivial: mirada apagada, sonrisa triste, modo de andar frío. A diez pasos y aun de más lejos se la conoce de una mirada.
Este, como le llamaba aquella, tenía una cara de todo un buen hombre; el género paciente y la clase resignada, se definían perfectamente en aquel armazón de carne, en la que brillaban dos ojillos azules, unas narices abultadas y granugientas, y una calva cercada de algunos mechones blancos, compañeros de un enmarañado y desigual bigote.
Mi alma morirá virgen en mi seno... Estoy resignada á ello; pero todo lo que es bello, todo lo que hace pensar, todo lo que me habla de los Cielos prohibidos, todo lo que agita en mí estas llamas inútiles, lo aparto, lo odio, no quiero nada de él.
Y Teresa miraba ansiosamente a su altiva amiga al formular tales deseos. No necesitó más doña Manuela. Ella se encargaba de ser esa persona que, velando por la moral de la familia, devolviese el marido infiel a los brazos de la esposa resignada.
Y adiós de nuevo y para siempre.» Cuatro años después de escrita esta carta, doña Mencía, apartada del mundo y de todo trato de gentes, salvo el de sus hermanas las religiosas, se consumió como si un fuego interior la devorase, se marchitó como rosa aromática en el ardor del estío, y entregó a Dios su alma en el convento de Santa Clara de Córdoba, edificando con su resignada, ejemplar y cristiana muerte a las pocas personas que por entonces la trataban.
Palabra del Dia
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