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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Aquellas ciudades eran más hermosas que Madrid. ¡Y mire usted que Madrid...! Hasta la zapatera, de pie en un rincón, olvidando la enfermiza prole, escuchaba a Luna con asombro, animándose su rostro con una pálida sonrisa, asomando la mujer al través de la bestia resignada de la miseria cuando Luna describía el lujo de las grandes damas en el extranjero.

Nunca había yo llegado a concebir tanto dolor y tanta resignación: nunca una agonía tan lenta; nunca un sufrimiento tan agudo, soportado, apurado, dominado con tanto valor: en Amparo no había esa expresión de disgusto, de rabia, de lucha impotente; expresión de ángel rebelde y condenado, que es una blasfemia muda; una blasfemia en imagen. Era la víctima resignada al sacrificio.

Sin provocar más la furia del populacho, y sin tratar tampoco de huir, el anciano miraba con serenidad y calma a los que le ofendían, manifestando en sus miradas, no indignación, sino dulce y resignada tristeza. Aquel grave modo de sufrir la injuria, así como el valor pasivo de que el anciano daba pruebas, contuvieron por algunos momentos la furia del populacho.

La clasifico inmediatamente y la clavo con un alfiler en mi colección: «Resignada en toda la línea. Inútil profundizar. Alma grisácea, dulce, borrosa, cuadro despintado...» Iba, sin embargo, a escuchar la conversación comenzada para comprobar mi impresión con todo conocimiento de causa, cuando Celestina introdujo nuevas visitantes: La señorita Bonnetable. La señora y la señorita Dumais.

Belarmino, después de saber que el filósofo hablaría ante señoras, ya no tenía interés ninguno en oírle. Pero se dejó llevar, con resignada indiferencia. Toda la tramoya había estado tan hábilmente desarrollada, que Belarmino, a pesar de su sagacidad instintiva, no sospechaba ser víctima de un engaño.

¡Ah! basta repuso el conde con dureza, procurando desasirse. Pero ella le retuvo todavía, empujándole suavemente delante de , con ademán suplicante; recostose el barón en la chimenea con la actitud resignada del verdugo.

, era indudable que Adriana aceptaría a la larga, divina resignada, la realidad del mundo, casándose, al azar, con un hombre que no llegaría a conocerla nunca. Y la vio alzarse ahora como una bella imagen, iluminada por el sacrificio y despojada de toda materialidad.

estás para por encima de todo el mundo. Leonora habló de su tía, aquella pobre señora resignada y casi imbécil, que al ver a Rafael en su casa con tanta asiduidad, creía en el probable casamiento de su sobrina. Por la tarde una escena dolorosa entre Leonora y ella. Doña Pepa había ido a la ciudad por sus devociones, y a la salida de la iglesia encontró a doña Bernarda. ¡Pobre vieja!

Vamos a tener dentro de un momento al lado personas extrañas; es necesario que delante de ellas no me hables de usted. Aquello era ir de mal en peor. Comprendí que no podía vivir al lado de Amparo sin que muy pronto me olvidase del todo y me convirtiese en su tirano. En el tirano de una víctima resignada.

D.ª Marciala, viendo al padre Narciso cada vez más inclinado a admitir y agradecer la fervorosa admiración de D.ª Filomena, mostraba su sentimiento y despecho, acercándose a D. Melchor y hablándole con afectado cariño. D.ª Filomena, después de algunos años de adoración resignada, silenciosa, había llegado, cuando ya no lo esperaba, a la meta de sus aspiraciones.

Palabra del Dia

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