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Actualizado: 22 de mayo de 2025


La hermosa española era en la escena la mujer tímida, dulce y resignada que soñó Wágner, confiando en la fuerza de su inocencia, esperando el auxilio de lo desconocido.

El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga.

Vió verdaderos hombres, cuyo aspecto vigoroso no se prestaba á equívocos, y que, sin embargo, marchaban sin el embarazo de las faldas. Estos hombres iban casi desnudos, al aire su fuerte musculatura, y sin más vestimenta que un corto calzoncillo. Todos ellos mostraban la pasividad resignada, la fuerza brutal y sin iniciativa de las bestias de labor.

Lee todavía con delirio a los escritores ardientes, y en las novelas simpatiza sin vacilar con las heroínas culpables; pero generalmente rehuye la sola suposición de una relación ilícita en la vida misma. Para esta resignada y piadosa criatura, el pecado es un fantasma sombrío que la asusta. Es preciso que concurran circunstancias singularmente favorables para que de pronto lo arrostre.

Ciega se ceba en la desventura, soy pobre, y sólo espero ya en la muerte, mas arrostro sereno la amargura; pues contra ella una cosa me hace fuerte que vale más que toda tu ventura: un alma resignada con su suerte. EL SE

Todos los héroes novelescos que desde las páginas de los libros habían pasado á alojarse en su imaginación tenían el rostro y los gestos del capitán Ferragut. De pequeño había visto llorar algunas veces á su madre con resignada tristeza.

Nos quedan pocos años de vida, por mucho que el Señor quiera conservarnos. ¡Quién pudiese volver a aquellos tiempos, cuando subía a tu casa con la sotanita roja, en busca de tu padre el sacristán, y te quitaba el almuerzo! ¿Eh, Tomasa...? Los dos ancianos, olvidando las diferencias sociales, con esa fraternidad resignada de los seres que caminan a la muerte, recordaban el pasado.

La desolación del campo era resignada, poética en su dolor silencioso; pero la tristeza de la ciudad negruzca; donde la humedad sucia rezumaba por tejados y paredes agrietadas, parecía mezquina, repugnante, chillona, como canturia de pobre de solemnidad. Molestaba; no inspiraba melancolía sino un tedio desesperado.

Le parece advertir en los procederes de Beatriz hacia él algo así como una especie de tristeza resignada, una carencia de amante abandonado, cierta frialdad un tanto desdeñosa que parecen justificar las pérfidas profecías de la baronesa.

¿Y lo dudas? ¿No te lo aseguré el día en que saliste de Luzmela? ¿No sabes que el padrino me lo dejó encargado?... Aquella evocación alteró la expresión resignada de la niña. Se ensombreció su rostro peregrino y estuvo a punto de romper a llorar. Logró contenerse con un gran esfuerzo, y entregó su mano temblorosa al joven para protestarle. Gracias, gracias....

Palabra del Dia

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