United States or Montserrat ? Vote for the TOP Country of the Week !


La niñita lloraba sin consuelo y no podía desprenderse del turpial, que tenía apretado contra el seno, como queriendo darle su vida... Yo me paseaba como un imbécil en el puente, renegando contra mismo y mi estúpido sentimentalismo que me hacía pasar un mal rato por la muerte de un turpial, cuando anualmente me absorbía un sinnúmero de aves, muertas para mi uso particular, con la más perfecta tranquilidad de conciencia.

Estos inglesotes se figuran que el mundo se ha hecho para ellos... No, señor mío, hay que ponerse en fila y ser como los demás... ¿Conque se cuidará usted, hará lo que le manda su primo y lo que le mande yo?... porque yo también soy médica... Otra cosa; aquí en España está usted siempre renegando y echando pestes. Esto no le gusta, ¿pues para qué vive aquí? ¿Por qué no se va a Inglaterra?

No eran sus ataques tan penosos como los de Maximiliano, y generalmente le era fácil anegar el dolor hemicráneo en la onda del sueño. Ya sabía que el cansancio de los viajes consecutivos le producía el ataque, y que este se pasaba en la noche mas no por esto lo llevaba con paciencia. Renegando de su suerte estuvo hasta muy tarde, y al fin descansó con sosegado sueño.

Si todos los calaverillas madrileños hubieran presenciado esta escena, es más que probable que el mayorazgo no hubiera tenido que sentir más en igual género; pero como no todos los susodichos traviesos estaban allí cuando la primera bofetada, tuvo que pegar la segunda un poco más abajo, y la tercera más adelante, hasta que juzgó prudente ir á vestirse con su traje provincial, renegando de la independencia madrileña y de la educación y tolerancia de las «personas decentes».

Al penetrar en el despacho, Esteven se volvió, y percibió allá, en el fondo del salón rojo, a su cuñado, que le miraba, y se le antojó, porque otra cosa no podía ser, dada la distancia y la poca luz, que estaba alegre y se sonreía y hasta le sacaba la lengua; pura aprensión de su espíritu suspicaz, porque el otro, tan pronto como hubo conocido al visitante, se sumergió entre sus papeles, renegando, sin duda, de los negros que no tienen manos para cerrar las puertas.

Y sin callarme esta opinión mía, y mostrándome entonces tan poco creyente como mi amigo, afirmaba yo, que así en las obras de ambos Luises, como en las de Santa Teresa, aun renegando de toda religión positiva, aun no creyendo en lo sobrenatural, hay todavía mucho que aprender, y no poco de que maravillarse, y que, si no fuese por esto, el lenguaje y el estilo no valdrían nada, pues no se conciben sin pensamientos elevados y contenido sustancial, y sin sentir conforme al nuestro, esto es, humano y propio y vivo siempre en todas las edades y en todas las civilizaciones, mientras nuestro ser y condición natural duren y persistan.

A pesar de comprenderlo así, tuve que mirarla a la cara y empaparme los ojos de que era mi madre, para no soltar una barbaridad. Todavía no se han atrevido a irse las dos dejándole solo; pero la que no sale se queda renegando.

Y si salimos vencedores, que todo es posible con el favor del cielo, donde aún conserva y cuida Santiago su caballo blanco y sus armas, entonces se corregirán muchísimo los yankees, porque se les bajará el orgullo que es su mayor falta; y yo, aunque estoy abrumado por las enfermedades y los años, me regocijaré al contemplar á los yankees más apacibles y benignos, menos duros é insolentes con nosotros, renegando de su tontería de doctrina de Monroe, y alargándonos sin rencor y como Dios manda la mano de amigos.

Seguía este carruaje un escuadrón volante de locos, a pie, y a caballo, y en coches, con diferentes temas, que habían perdido el juicio de varios sucesos de la Fortuna por mar y por tierra, unos riéndose, otros llorando, otros cantando, otros callando, y todos renegando della ; y no tomaba de otros parecer, diligencia para no acertar nada, desapareciendo toda esta máquina confusa una polvareda espantosa, en cuyo temeroso piélago se anegó toda esta confusión, llegando el día, que fué mucho que no se perdiera el sol con la grande polvareda, como don Beltrán de los planetas, subiéndose los dos camaradas la cuesta arriba a la recién bautizada ciudad de Carmona , atalaya del Andalucía, de cielo tan sereno , que nunca le tuvo, y adonde no han conocido al catarro si no es para serville ; y tomando refresco de unos conejos y unos pollos en un mesón que se llama de los Caballeros, pasaron a Sevilla, cuya giralda y torre tan celebrada se descubre desde la venta de Peromingo el Alto, tan hija de vecino de los aires, que parece que se descalabra en las estrellas.

Entre aplausos y risas bailó con Amparito, mientras su hijo los contemplaba enternecido, renegando tal vez en su interior de su condición de poeta soñoliento y enemigo de superfluidades, que no le permitía aprender cómo se mueven las zancas en el vals, ¡El mismo demonio era el señor Cuadros, a pesar de sus años y del enorme bigote!