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Actualizado: 12 de junio de 2025


Ventura salió en pos de ella, serena; pero pálida. Llamó a Generosa, su confidente, y le dió un recado para Gonzalo. Este, a las nueve de la noche, se paseaba por delante de la casa de Belinchón. Pocos minutos después, Venturita abría la ventana del escritorio, que estaba en la planta baja y tenía rejas. Ya está todo arreglado dijo en voz de falsete luego que el joven se hubo acercado.

Este caserón tiene un inmenso portal, un enorme escudo de armas sobre la puerta, grandes balcones con guardapolvos, rejas bajas que no se abren nunca, algunos ventanuchos á un callejón, y su correspondiente puerta falsa.

He soñado muchas veces continuó ella con un hombre que robase por , que matase si era preciso, y fuese á pasar el resto de sus años en una cárcel... ¡Pobre ladrón mío!... Yo viviría únicamente para él, pasando día y noche junto á las murallas de su prisión, espiando las rejas, trabajando como una mujer del pueblo para enviar buena comida á mi bandido... Eso es amor, y no las mentiras frías, los juramentos teatrales de nuestro mundo.

No hay como París para limar lo que hay de sobra de ese género en un cerebro joven. Pero si tiene usted la intención de meterla en un convento... Hasta en el convento, amigo mío... El aire ambiente penetra por las rejas y por los claustros. Dentro de un año se quedará usted asombrado del camino que habrá hecho... y acaso llegue usted hasta a asustarse...

Los corrales, como hemos dicho, eran patios que daban á las casas vecinas. Las ventanas de estos edificios contiguos, provistas ordinariamente de rejas y celosías, según costumbre española, hacían las veces de palcos, pues su número se aumentó mucho, comparado con el que hubo al principio.

Muchos de los rebeldes se acordaban de los camaradas de La Mano Negra: allí les habían dado garrote. La plaza estaba solitaria: el antiguo convento convertido en cárcel tenía cerradas todas sus aberturas, sin una luz en las rejas. Hasta el centinela se había ocultado detrás del gran portón.

Gonzalo alargó la mano por entre las rejas, y la retuvo por el vestido. Espera. La tela crujió. Ya me has roto el vestido, ¿lo ves? Si no te disparases tan pronto... Y logrando cogerla por un brazo, la obligó a sentarse. ¡Qué barbaridad! exclamó la niña riendo. Así deben hacerse el amor los osos. ¿Me quieres? preguntó Gonzalo riendo también. No. . No. Dame la mano de amigo.

Huyó D. Paco por el pasillo adelante buscando refugio, y siguiendo tras él, dimos los tres en una gran pieza, desde la cual se pasaba a otra con espaciosas rejas a la calle, donde vimos el espectáculo de la más horrenda anarquía que pueden ofrecer en el interior de una honesta casa las demasías de la libertad.

LEONOR. Esa es la torre; allí está, y maldiciendo su suerte espera triste la muerte, que no está lejos quizá. ¡Esas murallas sombrías, esas rejas y esas puertas, al féretro sólo abiertas, verán tus últimos días! ¿Por qué tan ciega le amé? ¡Infeliz! ¿Por qué, Dios mío, con amante desvarío mi vida le consagré?

Por los callejones transversales, obscuros y solitarios, venían bocanadas de brisa primaveral cargada de perfumes de jardín, de olor de naranjo, de aroma de las flores alineadas en tiestos tras rejas y balcones. Blanqueaba el azul del cielo con la caricia de la luna, que se desperezaba sobre el plumón de las nubes, avanzando el rostro entre dos aleros.

Palabra del Dia

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