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Actualizado: 9 de mayo de 2025


»Fuese a causa del choque brusco que recibí, o por el terror que aquel hombre me inspiraba, vacilé y caí dando un grito de terror. »En aquel momento apareció Carlos en la puerta del salón, y lanzándose a Eduardo, le golpeó en la mejilla. Este, furioso, echó mano a un cuchillo de monte que llevaba en la cintura, e hirió a Carlos.

»Aun no le he dicho a usted la causa de la sombría tristeza que noté en mi madre la última vez que recibí su visita en el colegio.

A partir de aquel día, recibí extraños ofrecimientos: me proponían entrar en Consejos de Administración y patrocinar negocios comerciales. Iba a ganar miles y más miles. ¡No se me exigía trabajo alguno! EL JUEZ. ¡Y decir que yo he buscado durante toda mi vida una ganga como esa! ELOY. ¡Es usted una criatura!

Fui lanzado del asiento a una distancia de seis varas lo menos; pero no recibí daño alguno, según pude colegir después de tentarme todos los miembros. El criado, tampoco. Acudió un pelotón de gente en nuestro socorro, y cuando nos vieron salvos y se enteraron de lo que había hecho, principiaron las bromitas y la risa. Creí que el conde lo iba a tomar a mala parte; pero también le dio por reír.

Luego que recibí la de V. E. de 18 de Julio último, en que me comunica que los Lusitanos estaban detenidos en San Pablo, sin dar para ello otro motivo que la enfermedad de un astrónomo que habia pasado á curarse al Janeiro, resolví regresar á esta capital, y lo verifiquè felizmente en once dias con toda la gente y animales.

Una visita al Brown, que se mece gallardamente en las aguas del Támesis, a la altura de Greenyde. Uno de los objetos de mi viaje a Inglaterra ha sido ver la gran nave argentina. El pabellón flotando en la popa me llenó de indecible emoción, que se aumentó por la cordial acogida que recibí de la oficialidad argentina, con su digno comodoro a la cabeza.

Comenzaron por besarse según costumbre, después de lo cual, anticipándose Beatriz a la vizcondesa, le habló en estas palabras: ¡Es singular! Cuando anoche recibí tu billete iba yo a escribirte rogándote que vinieras hoy a verme... tengo que pedirte un favor... ¿Un favor? repitió la señora de Aymaret sentándose a su lado.

No creo que yo tenía una necesidad especial de recibir lección semejante, ni siquiera como aviso preventivo y saludable, pero ello es que la recibí por completo, bien que no me causó ningún dolor, ni me costó un solo suspiro.

¿Y de qué quieres que hable, Ricardo?... ¡Yo tan luego!... No tengo temas agradables, ché... ¡Yo tengo dijo Lorenzo, ahora que me acuerdo! Entre las cartas que nos trajeron hoy recibí una del doctor Moreno en que me dice que te pida permiso para mandar aquí a todos sus enfermos en vista de las noticias que le daba de mi estado. ¡Al fin me da la razón ese pillo!

La carta que en contestación á ésta escribió la abadesa, y que entregó á Montiño y que quitó al cocinero mayor Quevedo, contenía lo siguiente: «Mi respetable tío y señor: He recibido la carta de vuecencia tan á tiempo, como que, cuando la recibí, estaba en visita con mi buena prima y con don Francisco de Quevedo.

Palabra del Dia

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