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Actualizado: 21 de mayo de 2025
«No había muerto el gran Barinaga, aquel mártir de las ideas, dentro de ninguna confesión cristiana; luego era contradictorio...». Deje usted, deje usted había advertido Foja con mal gesto . No seamos intransigentes, no extrememos las cosas. Es de más efecto que se rece. Esto no es una manifestación anti-católica observó el maestro de escuela. Es anti-clerical dijo otro liberal probado.
Y mientras el gaucho errante Al cruzar por la pradera, Se detenga en su carrera Y baje del alazan; Y ponga el poncho en el suelo A guisa de pobre alfombra, Y rece bajo esa sombra, ¡Santos Vega, duerme en paz!
Los bueyes, chico con grande, a no ser hijos de las vacas flacas, siempre serían bueyes; pero las pesetas nuevas no son como las antiguas, y el día en que la acuñación de la nueva moneda esté terminada, podremos asegurar que en vez de deber, por ejemplo, 20.000 millones de reales, deberemos 19.000, a no ser que la alteración de la moneda no rece con los acreedores del Estado, y les sigamos pagando los intereses con arreglo a la ley antigua.
Voy a poner este chisme sobre la mesa y a escribirles largamente, confesando todo; quiero que me perdonen, porque sin su perdón, no me iría tranquilo... ¿qué dirá de mí, papá? ¡tanto esperar de su Quilito! tengo la pluma en la mano y el papel por delante, y no sé qué decirle; me da vergüenza confesarle que su hijo es un falsificador... no, no se lo diré, no le escribiré nada; vale más irse en silencio, sin despedirse... Romperé esta carta y escribiré dos líneas pidiéndoles perdón, porque sin el perdón no me voy, no me voy... A Susana, sí, una carta muy larga, para que se acuerde de mí, para que rece por mí, ¡qué desgracia la mía! tan feliz que podía haber sido, y no he podido serlo, a causa de esta tendencia maldita, que lo reconozco, me lleva por otro camino que el del trabajo, que, forzosamente, fatalmente, estamos obligados todos a seguir; yo creo que en mí hay algo del tío Agapo, solo que él se contenta con lo que tiene, y no hace nada, y yo he deseado tener más, sin hacer nada... Lo que he puesto el nombre de Susana, la mano me ha temblado: ahora lloro, ¿me faltará valor? ¡ay! no puedo pensar en mis viejos y en ella, sin afligirme... Tiíta Silda, estoy seguro, ha de guardar mi secreto, y si logra recuperar el pagaré, mi falta no la sabrá nadie, nadie más que ella y Dios; esto me consuela, porque la idea de que había deshonrado a mi padre, después de arruinarle, y que él lo supiera, y que Susana lo supiera, y que todos lo supieran, amargaría más mis últimos momentos... ¡Adiós!
Cuando usted vuelva las cartas estarán clasificadas... De todos modos, las tres cuartas partes irán ciertamente al castillo. Entonces me dejo convencer, señorita. He visto a esa recién casada tan alta como esto, y rezaré con gusto un pater por ella, si me acuerdo. Rece usted dos, Marcial; uno por usted y otro por mí. Convenido, señorita; haré el encargo militarmente.
Si no le fuese posible le ruego por la salvación de su alma que vaya a San José y ponga un cirio en el altar de Nuestra Señora y rece con fervor una salve por su desgraciado amigo que de veras necesita de sus oraciones. Godofredo Llot.» No bien la hubo leído cuando, volviendo a echarse el mantón sobre los hombros, salió a la calle, montó en un coche y se hizo trasladar a la cárcel.
Comí y púseme el vestido con que solía hacer los galanes en las comedias. Fuime derecho a la iglesia, recé, y luego empecé a repasar todos los lazos y agujeros de la red con los ojos para ver si parecía, cuando Dios y enhorabuena, que más era diablo y en hora mala, oigo la seña antigua: empieza a toser y yo a toser, y andaba una tosidura de Barrabás.
Su madre, alarmada por su estado de exaltación, se levantó y trató de llevarla a su dormitorio. Ven a tu cuarto, hija mía decíale , vamos a rezar. ¿Rezar? ¡madre mía! le dijo Juana con dureza . ¿Y por quién quiere que rece? ¿Por mi marido o por el otro?... ¿Quiere que sea hipócrita o sacrílega?
Yo deploro que San Pedro en Roma y las catedrales de Burgos, de Toledo y de Sevilla en España, tengan que convertirse en ruinas para que no se rece en latín, que ya casi nadie entiende, y para que en aquellos antiguos y obscuros santuarios penetre de lleno la luz y venga a animarlos la vida.
»Adiós, mi buena madre; rece por mí y vea si puede obtener de mi padre que vaya un día a la iglesia con usted. Si él hiciera eso por su pequeña Germana, la conversión sería completa y yo quizá me salvaría. Debe haber una recompensa allá arriba para los que conducen un alma a Dios. ¿Pero quién podrá tener crédito en el cielo si no es usted, querida santa?
Palabra del Dia
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