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Actualizado: 20 de junio de 2025


Entonces Carmen se levantó con un instintivo impulso de defensa. Estaba blanca y tenía en los ojos un extraño fulgor. Los puso en doña Rebeca con tal expresión de firmeza y desprecio, que la vieja abatió los brazos y la voz para murmurar: ¿Me desafías?... ¿Te burlas de ?... eres la santa..., la santa....

Limpiándose las mejillas con su pañuelo, fuése la muchacha a la sala, llena de zozobra, detrás de doña Rebeca. Muy urbano y sereno, don Rodrigo la cometió a un interrogatorio prolijo y grave acerca del trato que recibía y de si convivía gratamente con aquellos señores.

Parecía más alta, y, en la luz muriente de la tarde, daba una nota de emoción dulcísima, una delicada nota de sentimiento pasional.... Doña Rebeca, con mucho aparato de sollozos, se enteraba del próximo fin de su hijo y pensaba con terror en los gastos del entierro.

Carmencita, absorta en su desconsuelo, se levantó de pronto estremecida por un resoplido siniestro, y, toda temblorosa, gritó una vez más: ¡La nétigua!... De las habitaciones de don Manuel salían ya los chillidos agudos de doña Rebeca, y el ave agorera tendía sobre el azul cobalto de la noche su vuelo silencioso.... El hidalgo de Luzmela había muerto.

Doña Rebeca iba delante, montada en una escoba; llevaba a medio cubrir las piernas, secas y nudosas como leños, y en los pies unas alpargatas cenicientas.

En el corredor se tropezó con Carmen; parecía haberse olvidado de ella, y al verla dió un gruñido y trató de hacerla una caricia. Sobrecogida, no pudo evitar un ligero grito al esquivar su cuerpo inmaculado de las manazas brutales del hombrón. Salieron doña Rebeca y Narcisa de sus habitaciones, como dos víboras de sus escondrijos, silbando: ¡Loca!... ¡Si está loca!... ¿Qué escándalo es éste?...

Y todavía la hermana volvió a escanciarle. Siguieron buscando. El mozo, tremulento, daba tumbos y juraba balbuciente; ella se reía y le iba proponiendo: Te casas con ella si quieres..., y si no..., no te casas.... Al atravesar la antesala encontraron a doña Rebeca, toda despavorida y angustiada, apretando convulsa un puño de pesetas.

Volvió el ave a aletear a la par del alero, graznando agresiva, cuando abriendo la puerta del salón anunciaron: Doña Rebeca. Carmen imploró. Viene a buscarme; ¡no me dejes, por Dios, no me dejes! El de Luzmela había doblado la cabeza sobre el hombro de la niña, y sus brazos se iban aflojando en torno al cuerpo grácil de la criatura.

8 Entonces murió Débora, ama de Rebeca, y fue sepultada a las raíces de Bet-el, debajo de un alcornoque; y se llamó su nombre Alón-bacut. 9 Y se apareció otra vez Dios a Jacob, cuando se había vuelto de Padan-aram, y le bendijo. 13 Y se fue de él Dios, del lugar donde había hablado con él. 15 Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar donde Dios había hablado con él, Bet-el.

La fundó un quinto abuelo de doña Rebeca, que murió en un manicomio y que dejó lastimosa descendencia de locos y suicidas. Desde entonces siempre se habían oído en ella gritos frecuentes, carreras y estruendos; siempre habían gemido las puertas, estremecidas por violentos impulsos, en el fondo oscuro de los corredores.

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