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Un sencillo peine de concha sujetaba su abundante cabellera, blanca casi por completo, y su rica bata de paño labrado, con vueltas de terciopelo, lejos de prestar realce alguno a su persona, parecía más bien recibir ella misma del talle airoso y noble de la dama la severa elegancia de su corte y de sus pliegues.

Y más extraño aún que lo hiciera ordinariamente para decir pestes de Andalucía, y en especial de Sevilla. Siempre se sentaba a la mesa furioso, según pude observar en los días sucesivos. Generalmente su mal humor principiaba adoptando la forma irónica. Abría extraordinariamente las vocales y cerraba los ojos y alargaba los labios para dar realce gracioso a su humorismo.

Se quitó el bonete y dijo unas cuantas palabras en latín que nadie pudo escuchar. Después, poniéndose de nuevo el bonete y abalanzándose sobre la baranda, exclamó en alta voz: «Amados hermanos en Jesucristo...» Poseía una voz clara, de timbre dulce y simpática en extremo, que prestaba mayor realce a la gravedad de su rostro.

Todo esto cantado aquí a escape, tal vez no tenga chiste; pero yo creo que dándole la debida extensión e iluminándolo eruditamente con los colores locales y temporales de que ya he hablado, sería divertidísima novela, y pondría además de realce la hazaña de los andaluces, musulmanes entonces en vez de ser católicos, y que fueron los primeros en llevar a Creta el islamismo, de que ahora con tanta razón quieren los cretenses libertarse.

Los personajes todos de la época, retratados en caricatura, dan mayor realce al discurso, y la intención perversa que en cada comentario campea, pinta el espíritu de un bando político que era en aquellos días, si no la mayoría, parte grande y granada de la Nación española.

Conocía, uno a uno y con sus méritos, vicios, resabios y necesidades, a todos los electores del distrito, y, por consiguiente, el modo de interesarlos o de reducirlos. Esta circunstancia era la que más fuerza y realce le daba como muñidor incomparable e irresistible.

Pacheco lo refiere diciendo, que cuando era muchacho, «tenía cohechado un aldeanillo, aprendiz que le servía de modelo en diversas acciones y posturas, ya llorando, ya riendo sin dificultad alguna. E hizo por él muchas cabezas de carbón y realce en papel azul, y de otros muchos naturales, con que granjeó la certeza en el retratar» .

Cerca está la historia entera del cultivo del campo, en modelos de realce, y en cuadros y libros; y un pabellón de arados de acero relucientes; y una colmena de abejas de miel, junto al moral de hoja velluda en que se cría el gusano de seda; y los semilleros de peces, que nacen de los huevos presos en cajones de agua, y luego salen a crecer a miles por la mar y los ríos Los más admirados son los que vienen de ver las cuarenta y tres Habitaciones del Hombre.

El loco proseguía en sus encarecimientos, diciendo: ¡La boca es un anillo! ¡La garganta es de un cisne! ¡Pues y estos ojos y estas mejillas! Sus cabellos son una madeja de azabache; sus pies son dos nonadas, dos mentirillas: ¡qué madeja! Su nariz es un perfil de realce y el más perfecto de nieve...

Conserva ya este lugar escasos vestigios de lo que ha sido un dia; mas no deja de tener aun interes, ora se atienda á su pintoresca posicion en una de las vertientes de la Sierra, ora al realce que le dan las frondosas arboledas de los cerros de cuyo fondo se destaca, ora al espectáculo que desde alli presenta la ciudad cuando el sol no ha logrado disipar aun la neblina en que está ligeramente envuelta, ora á las ideas que inspira la memoria de haber sido enterramiento , ora por fin á que corren debajo de ella entre paredes de estaláctitas aguas puras y cristalinas que brotan gota á gota del seno de las peñas . Detras de la Arrizafa corren á lo largo las faldas de la Sierra, coronada de pinos: allá en las faldas mismas blanquea entre los bosques una que otra ermita: ¡ah! el corazon se ensancha al ver tanta belleza, al contemplar tan deliciosa soledad, tan dulce calma.