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Actualizado: 19 de junio de 2025
¡Oh no; no es eso!... Lloro, Miguel, sobre nuestro amor... lloro sobre la última ilusión perdida... Siento haberte conocido... Siento haber dejado despertar mi corazón ya dormido, y forjarme, por algunos instantes, ciertas quimeras deliciosas que se desvanecieron como el humo... ¡Por qué he de ocultártelo!
Aunque no era tonta, se dejaba alucinar fácilmente por risueñas quimeras, como persona crédula y sin experiencia que había vivido siempre en el mayor desorden moral y económico, y ya le parecía estar viendo las talegas que entraban por la puerta, ganadas en la explotación de toda aquella caterva política que ya se llamaba carlina ya masónica.
En mi frente había un loco florecer de pensamientos y de tristezas nocturnas... ¡Fuera lloraban los vientos! Mis pobres quimeras iban rotas en el torbellino; mis pies no tenían rumbo, ni mi espíritu destino; pero allá lejos un niño, un niño ciego y divino, me disparaba una flecha y me enseñaba el camino. Tomé la pluma.
He pensado mucho, por el contrario, en todo lo que usted me dijo y he tomado en ello un verdadero interés. ¿Será cierto?... Me alegro mucho, pues ya me sentía avergonzada de no haberle hablado sino de mí y casi me arrepentía de haber estado contándole tan minuciosamente las quimeras que rebullen en mi loca cabeza. ¿Es que no son en realidad sino quimeras?
Las noches de julio y agosto, ardientes, y que se prestan poco al sueño, suelen pasarse agitadas, pensando en esas quimeras. Si la señora se levanta tarde, esto ocasiona más molestia que de costumbre, pues en tal caso, el baño, en vez de refrescar, añade la irritación salina al calor canicular. De manera que no ha recobrado la fuerza de la juventud, sino el hervidero.
Con el americano se arregló, propinándole una estocada leve; ¡pobre muchacho! ¡qué gran servicio le había prestado sin saberlo! y de Ernestina se separó sin escándalo, sin intervenciones judiciales. Ella con sus parientes, con quien le diese la gana, y él otra vez a su cuarto de soltero, como si nada hubiese pasado y sus dos años de matrimonio fuesen un largo viaje por el país de las quimeras.
Pero como está siempre entretenido En trazas, en quimeras, é invenciones, No ha de acudir á este marcial ruido. Este que en lista por tercero pones: Que HIPOLITO se llama DE VERGARA, Si llevarle al Parnaso te dispones, Haz cuenta que en él llevas una jara, Una saeta, un arcabuz, un rayo, Que contra la ignorancia se dispara.
En aquel siglo de ilusiones, en que muchas se habian realizado, la imaginacion vagaba sin freno en el campo interminable de las quimeras, y entre las privaciones y los peligros, se alimentaban los hombres de lo que mas simpatizaba con sus ideas, ó halagaba sus esperanzas.
En la esquina de una calleja se despedían con largo apretón de manos, y Guimarán, sereno y satisfecho, se restituía a su hogar tranquilo donde le esperaban su amante esposa y cuatro hijas que le adoraban. Don Santos quedaba solo en batalla con las quimeras del alcohol, con nieblas en el pensamiento y en los ojos.
Trataba de observar con más escrúpulo que nunca aquella especie de pudor que sienta tan bien á los verdaderos sentimientos; pues no ganaba nada: era sospechoso de poesía. Se me atribuían quimeras novelescas, para tener el placer de combatirlas, poníaseme en las manos no sé qué arpa ridícula, para proporcionarse la diversión de romperle las cuerdas.
Palabra del Dia
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