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Actualizado: 19 de junio de 2025
Tampoco fue lo grave la estocada porque pusiera en riesgo de muerte al príncipe ruso, pues no llegó tan adentro «la acerada punta», sino por el ruido que hizo y lo que dio que hablar a las gentes, y que temer a la impávida Leticia, y que hacer a la misma Verónica para ayudar a su amiga a convencer al subsecretario de que ciertos sucesos, aunque se vean con los ojos y se palpen con las manos, no son lo que aparentan, sino quimeras de la imaginación ofuscada.
Hay instantes, horas, días enteros, en que uno está abstraído, a su pesar, por una imagen encantadora que le llama, que le persigue, que vanamente tratará de evitar, que encontrará en todas partes y cuya perfección ideal está compuesta por los rasgos de mil mujeres diferentes, o, todo lo más, por los de una mujer a la que no se ha visto jamás. ¿Cuántos años hace falta vivir, mi querido Eduardo, para no sentir semejantes quimeras?...
Yo levantaba indolentemente la cabeza, y contemplaba sonriendo al buen cura que continuaba con ardor en sus pesquisas. Luego volvía a mis quimeras y concluía por quedar sumida en una vaga somnolencia. Me despertaron el rechinar de la barrera que cerraba el cerco del jardín y el sonido de una voz llena de alegría que me causó el más recio sacudimiento que sentí en mi vida.
Son hechos los poetas de una masa Dulce, süave, correosa y tierna, Y amiga del hogar de agena casa. El poeta mas cuerdo se gobierna Por su antojo valdio y regalado, De trazas lleno, y de ignorancia eterna. Absorto en sus quimeras, y admirado De sus mismas acciones, no procura Llegar á rico, como á honroso estado.
Nuestros lectores saben que don Modesto, esencialmente grave y pacífico, tenía una profunda antipatía contra toda especie de disputas, altercados, riñas y quimeras.
Pero, con todo esto, me consuelo; porque, en fin, en cualquiera figura que haya sido, he quedado vencedor de mi enemigo. -Dios sabe la verdad de todo -respondió Sancho. Y como él sabía que la transformación de Dulcinea había sido traza y embeleco suyo, no le satisfacían las quimeras de su amo; pero no le quiso replicar, por no decir alguna palabra que descubriese su embuste.
Aquel niño que yo tuve sobre mi regazo; a quien tengo lavado y peinado muchas veces; a quien tengo librado de bastantes castigos, ¡convertirse ahora en amante y en dueño! ¡Esto es algo que se sale de lo vulgar, algo nuevo y extraño!... Pero ¡ay, Miguel! estos sueños hermosos no pueden realizarse... ¿Sabes por qué? Porque son quimeras que no pueden halagar sino a una imaginación loca como la mía.
Pero como de abandonarse a sus instintos, a sus ensueños y quimeras se había originado la nebulosa aventura de la barca de Trébol, que la avergonzaba todavía, miraba con desconfianza, y hasta repugnancia moral, cuanto hablaba de relaciones entre hombres y mujeres, si de ellas nacía algún placer, por ideal que fuese.
Las manos enlazadas, juntas las sienes, la mirada húmeda y anhelante, fija en el disco de la luna, dejáronse arrastrar ambos dulcemente al mundo de las quimeras deliciosas y se repitieron con acento arrobador lo que mil veces se habían dicho ya. El blanco manto de armiño conservó su huella hasta que el sol vino a borrarla.
Con quien la gala, discrecion y aviso Tienen poco que ver, y tu los pones Dos leguas mas allá del paraiso. Estas quimeras, estas invenciones Tuyas te han de salir al rostro un dia, Si mas no te mesuras y compones. Esta amenaza y gran descortesia Mi blando corazon llenó de miedo, Y dió al traves con la paciencia mia.
Palabra del Dia
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