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Actualizado: 19 de junio de 2025
De esta suerte, no necesitaba desgarrar el tejido de imaginaciones, que no eran más que puras quimeras ese día me lo había probado bien, pero podía trabajar en él con toda tranquilidad, y fue lo que hice en mi desvelo o en mis sueños, hasta la mañana siguiente. Dos días después, Roberto partió. Algunas horas antes de marcharse tuvo una larga conversación con Marta en el jardín.
No me encerré tampoco demasiado estrecho porque hubiera muerto ahogado; pero me circunscribí en un círculo de hombres activos, estudiosos, especiales, absortos, enemigos de quimeras, que se dedicaban a la ciencia, a la erudición o al arte como aquel ingenuo Florentín que creó la perspectiva y por las noches despertaba a su mujer para decirle: «¡Qué dulce son es la perspectiva!» Desconfiaba de los extravíos de la imaginación y la puse en orden.
Pero el bendito de su padre no pegó el ojo en toda la santa noche. ¡Lo que él se revolvió en aquella cama buscando posturas para ahuyentar las quimeras que le desvelaban! ¡Los espacios que él recorrió con la imaginación en tantas, tan largas y tan calladas horas! En ocasiones, hasta se dolía de haber permitido tomar tan altos vuelos a «la loca de su casa».
Tomará la vida por el lado fácil y brillante. En tal caso aconséjele que viva sin ambiciones, porque las que tendría serían de la peor especie. Y dígale además, que no tiene otra cosa que hacer en el mundo sino ser feliz. Sería imperdonable introducir quimeras en satisfacciones tan positivas y mezclar lo que usted llama ideal con apetitos de pura vanidad.
Y en Tirso de Molina, acto II, de La Villana de la Sagra: «CARRASCO. No hay tal pariente en el mundo como el dinero en la mano; éste es pariente de veras; que lo demás es quimeras: él es padre, primo, hermano. D. LUIS. Carrasco, lo propio pienso que se usa en cualquier lugar.
Me atormento y la torturo con mil quimeras y quejas inmotivadas... Algunas veces me pregunto si no es mi libertad la que echo de menos. Me parezco a esos niños que lloran y patalean por tener un tambor, y en cuanto lo tienen, les falta tiempo para reventarlo para ver lo que hay dentro. Lo cierto es que mi dicha no da ya el alegre sonido que yo esperaba.
Ya todos los acontecimientos transcurridos se sucedían en mi memoria como las reminiscencias de un sueño, pero yo aspiraba aún al porvenir, y este porvenir incierto lo llenaba con mis quimeras, cuando, de pronto, una idea horrible me sobrecogió. ¡El porvenir! exclamé , ¿y con qué derecho, miserable suicida, te atreves a hacer planes sobre el porvenir?
A lo lejos sonaban por todas partes las campanas, y su fúnebre clamor ponía una nota sorda en aquellas voces humanas, entonando el canto de los Muertos... En el cementerio todos se acercaban a las tumbas amadas, en las que una profusión de crisantemos, en brillantes haces, arrojaban sobre los difuntos todas las quimeras y las ilusiones de los vivos... De repente, todo quedó en silencio, y llegaron a nosotras las estrofas del Libera, desgarradoras y monótonas.
El que antes era como una ostra había venido a ser algo como un poeta. Vivía dos existencias, la del pan y la de las quimeras. Esta la hacía a veces tan espléndida y tal alta, que cuando caía de ella a la del pan, estaba todo molido y maltrecho. Tenía Maximiliano momentos en que se llegaba a convencer de que era otro, esto siempre de noche y en la soledad vagabunda de sus paseos.
Estas eran dulces quimeras e ilusiones presuntuosas del amor sin experiencia. Hoy he querido ver todo eso, pero la magia de los hermosos días ha desaparecido. La casa ha sido abandonada a nuevos propietarios, y éstos, sin consideración alguna, han devastado sus parterres y arrancado sus madreselvas. No han respetado nada de lo que ella amaba; ¡lo que ella amaba! ¿acaso lo saben esas gentes?
Palabra del Dia
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