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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Cómo nos lo han cambiado, Luis. ¿Querrás creer que un día en el escritorio, al volver de Loyola, me contó con el mayor entusiasmo que había hecho una confesión general, un recuento de todos los pecados de su existencia y me afirmaba que después de esto se sentía con mayor salud, como si fuese otro mundo? No he presenciado caída como esta.
Oyendo el relato de tales escenas infantiles se pasa el mentecato de tu hermano sabrosamente el tiempo, y no tiene ganas de volver a Madrid. ¿Querrás creer, querida hermana, que encuentro más sabiduría en las palabras de Maximina que en los cursos de sistemas coloniales que nos da en su casa el conde de Ríos? Indudablemente, estoy perdido.
González era el leader de la minoría municipal, y Ramoncito le tenía en el fondo del alma una gran veneración. ¡Anda, anda! ¡si querrás negarme que González te maneja como un maniquí! ¡Estaríais buenos los disidentes si no fuese por él! Ramoncito recobró súbito el uso de la palabra, y tan plenamente que pronunció más de mil en pocos minutos, con ímpetu feroz, soltando espumarajos de cólera.
¿Pero qué está usted diciendo... señora?... No, yo no digo nada. Me repugnaría, puedes creerlo, manejar esos fondos. ¿Pero qué fondos, ni qué...? Usted está soñando. Vaya... si pretenderás que me trague yo esa rueda de molino más grande que esta casa. ¡Si me querrás hacer creer que no te da...! ¡A mí!
Me se figura un disparate. De aquí nadie puede echarnos..., y de allí, ¡sabe Dios! Por ir una tarde, tomarnos allí media librita de jamón y unas copitas, y tirarte yo cuatro bocados, no perdemos nada. Tengo la llave; mi amigo no va nunca sin que yo lo sepa. Pasado mañana está citado con la condesa; de modo que mañana tenemos por nuestra toda la tarde. ¿Querrás, gachona?
Pues ni eso poco me concedes: ya ves que no puedes concederme menos... y es natural, muy natural, que lo sienta; y sintiéndolo, que te lo diga; lo cual no debe extrañarte, porque también tú me querrás sincero antes que falso... ¿No es así, Nieves?... En este supuesto, todavía tengo que decirte más, y te digo que es cierto que nunca te vi entusiasmada con tu primo; pero que también es verdad que lo de ese disgustillo de que te acabo de hablar, es cosa nueva en ti: desde que estamos en Peleches.
Isidora volvió a pensar en que nunca más saldría a la calle sin guantes. «¿Querrás siempre a este pobre Miquis, que te quiere más?... Desde que te vi en Leganés, me estoy muriendo, no sé lo que me pasa, no estudio, no duermo, no puedo apartar de mí esos ojos, ese perfil divino y todo lo demás». Ella empezó a comer otra naranja, y él la miraba embebecido.
El amor se acaba luego, Nunca la necesidad: Hoy, con el pan de la boda, No buscaréis otro pan. De mí os vengais esta noche, Y mañana, á más tardar, Cuando almorcéis, un requiebro; Y en la mesa, en vez de pan, Pongáis «una fe» al comer Y «una constancia» al cenar, Y pongáis en vez de gala Un «buen amor» de Milán, Una tela «de mi vida» Aforrada en «me querrás» Echaréis los dos de ver.
Así que, Sancho amigo, no te congoje lo que a mí me da gusto. Ni querrás tú hacer mundo nuevo, ni sacar la caballería andante de sus quicios.
¿Y luego?... porque supongo que querrás que él entre solo. Sí, sí, es verdad; me olvidaba; entradle hasta aquí á obscuras; que no pueda ver la desnudez de esta casa; además, esa obscuridad tendrá para él algo de misterioso, y esta habitación le parecerá mejor. Luego, Manuel, necesito que nadie me escuche; ¿lo entendéis? Nadie te escuchará, hija mía dijo dolorosamente el bufón.
Palabra del Dia
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