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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Y no te salvará repuso Artegui tomándole las manos ; no te salvará, porque adondequiera que vayas, aunque huyas de mí hasta ocultarte en el mismo centro de la tierra, aunque te escondas en la celda de un convento, me querrás, me adorarás, le ofenderás recordándome.
Que vale trescientos doblones. ¡Ah! ¡trescientos doblones! dijo Esperanza tomando con ansia la cadena. Ya conocerás que quien tanto te da debe amarte mucho. ¡Oh! ¡y qué buena suerte la mía, señor! No es la mía tan buena. ¿Por qué? yo... os quiero ya... os quiero bien. No lo dudo. Pero me parece que no me querrás tanto que me recibas esta noche.
Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos; los cabellos, sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol que andan jugando con el viento; y, sobre todo, vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas, que no hay más que ver. -Hacaneas querrás decir, Sancho.
Y piénsese ahora en la gracia que me haría recordar, mientras la miraba, que una noche, esos mismos ojos ahora frívolos me habían dicho, a ocho dedos de los míos: ¿Y cuando esté sana... me querrás todavía? ¡A qué buscar luces, fuegos fatuos de una felicidad muerta, sellada a fuego en el cofrecillo hormigueante de una fiebre cerebral!
Y he aquí que la enferma, con su meningitis y su inconsciencia su incontestable inconsciencia murmura a nuestro amigo: Y cuando no tenga más delirio... me querrás todavía? Esto es lo que yo llamo un pequeño caso de locura, claro y rotundo.
Mírate en el espejo de tus padres: se unieron con el consentimiento de sus familias, sin violencias ni disgustos y la fortuna les sonríe, y son felices, y tienen para su vejez un consuelo tan hermoso como tú, que eres buena y no querrás amargar los últimos años de su vida. Y el confesor hablaba gravemente, sin el más leve mohín, de la felicidad conyugal de los Sánchez Morueta. Basta por hoy.
Júrame que no me abandonarás. Que me querrás siempre... que no me desprecias porque soy débil contigo... porque te quiero. Isidro lo juraba todo sin hablar; lo juraba con sus manos inquietas, con sus labios acariciadores, con el viril estrujón que hacía caer vencida y esclava en entre sus brazos a aquella alma simple y primitiva, ansiosa de ideal.
No, no me querrás... Dame un beso ahora... Después que te lo diga, no me darás ningún otro... Lolita se manifestó sorprendida, pero le dio algunos besos sonoros.
Palabra del Dia
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