United States or Jamaica ? Vote for the TOP Country of the Week !


El pobre hombre me dijo: «Chupin: eres hermano de leche de mi hijo. ¡No puedo reconocerlo...! ¡No tiene padre...! ¡ no lo abandonarás nunca...! ¡Júramelo...!» ¡Y se lo juré...! ERNESTO. ¿Lo has roto...? CHUPIN. ¡Se cayó él solo! CHUPIN. ¡Se necesita valor para decir tal cosa...! ¡Yo, que no bebo más que agua...! ¡Son calumnias que se propalan por ahí...!

ASCLEPIGENIA. Mantillo y mariposa me abandonan. ¿Me abandonarás también, Proclo mío? PROCLO. Confieso que mi alma está destrozada. Tal vez haría yo bien en huir de tu lado para siempre; pero hay una fuerza que me retiene cerca de ti. En balde he querido espiritualizar, santificar la civilización antigua, risueña y amante de la hermosura, pero liviana.

Júrame que no me abandonarás. Que me querrás siempre... que no me desprecias porque soy débil contigo... porque te quiero. Isidro lo juraba todo sin hablar; lo juraba con sus manos inquietas, con sus labios acariciadores, con el viril estrujón que hacía caer vencida y esclava en entre sus brazos a aquella alma simple y primitiva, ansiosa de ideal.

Tengo la certeza de que ahora encontrarás allí lo que en otro tiempo deseaste. Tu mujer de seguro que te espera. ¿Y ? ¿Me abandonarás también ?... Yo nunca dijo Aresti. Pero de poco puedo servirte. Soy un hombre, y lo que necesitas, no está á mi alcance el dártelo. La alegría de tu vida sólo puedes encontrarla en tu casa... Ahora... lo que yo no aún es á qué precio vas á pagarla.

La respuesta fue un delicioso apretujón por bajo de la capa, y al mismo tiempo una mirada en que iba envuelta la promesa de la felicidad. Pues bien, Juan, no puedo luchar más; soy tuya..., haz lo que quieras; manda, llévame donde quieras. No: mandar , obedecer yo. ¿Me abandonarás otra vez?

Su hermano, y nadie más que su hermano. Su Juan, a quien ella siempre había querido tanto, respetando sus sabios consejos. no me abandonarás en este apuro, ¿verdad, Juan? me prestarás esa cantidad, y yo te la devolveré a San Juan, cuando cobre los otros arriendos. ¿Quedamos en eso...? ¡Qué habían de quedar! No había más que ver el mal humor con que don Juan salió de su turbada digestión.