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Actualizado: 18 de julio de 2025


Venía a decirle que su ama quería hablar con él y que le rogaba que fuese a su casa a la hora de la siesta. Tan preocupado estaba don Andrés que, por más que el menor deseo de doña Inés fuese para él soberano mandato, se excusó de ir por la multitud de quehaceres que le agobiaban y sólo prometió ir a la tertulia por la noche.

Los diarios quehaceres de la vida conventual no pudieron hacerlo olvidar su pena: ni los versículos de los Salmos ni las oraciones del Oficio.

Don Braulio, según sus quehaceres o su humor, iba o no iba con su mujer y su cuñada a estas diversiones y fiestas, a las que Rosita tenía buen cuidado de convidarle siempre. Pasaron meses desde la noche en que por vez primera habían aparecido en la tertulia de la Condesa don Braulio, su mujer y su cuñada. Todas las prudentes reflexiones de don Braulio a su mujer habían sido inútiles.

Y precedió al joven por unas obscuras escaleras murmurando: ¡Y que por estos quehaceres no pueda yo oír como todos los días la misa del licenciado Barquillos! ¡Válgame Dios! En una habitación magníficamente amueblada, extensa, iluminada blandamente por una lámpara de noche, al través de un cortinaje de damasco, en una ancha alcoba y en un no menos extenso lecho, dormía una mujer sumamente bella.

Al otro día, el doctor, seguro ya de que Magdalena no sufriría por el momento ninguna recaída, comenzó a salir de casa para dedicarse a sus quehaceres habituales. Tenía que ir a palacio para explicar al rey su conducta y debía también visitar al ministro de Negocios Extranjeros para recordarle su promesa relativa a la misión que se encargaría a Amaury.

, padre. Ea, vete á tus quehaceres, que yo voy á ver á Clarita. Y, en efecto, el P. Jacinto y la criada se fueron por su lado cada uno. Entre tanto, D. Fadrique se hallaba ya en presencia de Doña Blanca, sorprendida, pasmada, enojada de tan imprevisto atrevimiento.

Ramón le dijo que estaban a 27 de junio, y que faltaban todavía siete días para la fecha de redención, el 5 de julio... ¿Cómo pasar todo ese tiempo para no impacientarse ni aburrirse?... Pues ahora fue la misma Lita quien invitó a su padre a ir todas las tardes a Palermo y al Jardín Zoológico, y hasta más de lo que él podía, por sus quehaceres... Y la mamá se apresuró a hacerle el gusto, gozosa de ver al fin a su hija querida descansada y contenta: ¿Cuándo llevaremos a los niños pobres tus colchas? le había preguntado un día su mamá.

La necesidad de acudir a cada paso con expedientes a restañar las heridas del crédito, a conjurar la bancarrota, había convertido el espíritu de aquella loca al positivismo vulgar, y había atajado las demasías eróticas de su fantasía juvenil. Hacía muy buena casada, en opinión de las gentes; esto es, atendía con gran esmero y diligencia a la hacienda y a los quehaceres domésticos.

Pero ¿Y después? Cuando no pueda voltejear por la montaña, ni remover la tierra de mi huerto, ni tenga negocios que tratar con mis colonos, y usted esté ocupado en sus quehaceres profesionales, y don Sabas en los de su ministerio, y vuelvan las celliscas desatadas, y las horas sin fin, y las noches eternas, ¿qué me hago yo en las soledades de este palomar, sin la naturaleza y las aficiones de mi tío, o de don Sabas o de usted?

Me vestiré decente y modestita». Despachados los más urgentes quehaceres del día, peinose con mucha sencillez, se puso su vestido negro, las botas nuevas; púsose también su pañuelo de lana oscuro, sujeto con un imperdible de metal blanco que representaba una golondrina, y mirándose al espejo, aprobó su perfecta facha de mujer honesta.

Palabra del Dia

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