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Y, dando un salto en él, siguiéndole Sancho, cortó el cordel, y el barco se fue apartando poco a poco de la ribera; y cuando Sancho se vio obra de dos varas dentro del río, comenzó a temblar, temiendo su perdición; pero ninguna cosa le dio más pena que el oír roznar al rucio y el ver que Rocinante pugnaba por desatarse, y díjole a su señor: -El rucio rebuzna, condolido de nuestra ausencia, y Rocinante procura ponerse en libertad para arrojarse tras nosotros. ¡Oh carísimos amigos, quedaos en paz, y la locura que nos aparta de vosotros, convertida en desengaño, nos vuelva a vuestra presencia!

Sea por muchos años exclamó el rodrigón, que era el más viejo y el más autorizado ; que Dios haga muy felices á sus mercedes... este es el segundo casamiento que veo en la casa... cuando la señora madre de vuesa merced se casó... Os dió muestras del aprecio en que os tenía; yo os las daré también; ahora idos; quedáos vosotras añadió, dirigiéndose á las doncellas ; necesito vestirme.

Así, bajad del barco que se mece en las aguas de la bahía; habéis visto en la tierra los cocoteros y las palmeras, los bananos y los dátiles, toda esa flora característica de los trópicos, que hace entrar por los ojos la sensación de un mundo nuevo; creéis encontrar en la ciudad una atmósfera de flores y perfumes, algo como lo que se siente al aproximarse a Tucumán, por entre bosques de laureles y naranjales, o al pisar el suelo de la bendecida isla de Tahití... Y bien, ¡quedáos siempre en el puerto! ¡Saciad vuestras miradas con ese cuadro incomparable y no bajéis a perder la ilusión en la aglomeración confusa de casas raquíticas, calles estrechas y sucias, olores nauseabundos y atmósfera de plomo!... Pronto, cruzad el lago, trepad los cerros y a Petrópolis.

Encontraron al Mosco sentado en un pedrusco cercano a la venta. Quedaos por ahí dijo en voz baja . Entrad a tomar una copa, y no me habléis hasta que os llame. Los dos amigos se sentaron bajo un emparrado, a la puerta de la venta. Era una cabaña de techo bajo, ahumada por dentro, sin otros respiraderos que la puerta y dos ventanucos.

Quedaos atrás, replicó el conde, y en llegando al castillo os oiré despacio. Picó al caballo, entró en su alcázar, y de allí á poco llegó al puente levadizo el hombre alto y moreno, á quien se permitió la entrada por haberlo ya prevenido el dueño. Pidió á este el misterioso aparecido hablarle sin testigos: el jóven caballero despidió á sus criados presentes, y quedaron los dos solos.

Adiós. Vosotros quedaos si queréis.... ¡Jesús! las once y media, no se acaba esto a las dos.... Ana, a quien explicó su esposo el argumento de la segunda parte del drama, prefirió llevar la impresión de la primera que la tenía encantada, y salió con la Marquesa y Mesía. Edelmira se quedó con don Víctor y Paco. Yo llevaré a la niña y usted déjeme a ésa en casa, señora Marquesa dijo Quintanar.

Volviendo un dia de una de sus cacerías, y habiéndose separado gran trecho de él sus criados persiguiendo á una res herida, advirtió que le seguia muy de cerca un hombre alto y amulatado. Pasad adelante, ó quedaos atrás, díjole el conde, viéndole ya muy junto á su caballo. Deseo tratar en secreto con su señoría, respondió el desconocido, cierto negocio de grande importancia.

Decís bien... quedémonos... pero como yo ahora no puedo acompañaros, ni vos tenéis á dónde ir, quedáos aquí... tomad posesión de la casa que, os lo aseguro, es vuestra, y empezad á ser el déspota de Dorotea. Os digo que está enamorada de vos, que resiste y que la resistencia acabará por hacerla vuestra esclava. No olvidéis que es nuestro instrumento... y adiós. ¿Pero qué he de hacer yo aquí?

Vamos, quedad tranquila, haré lo que deseáis. ¿La condesa no irá a ver a la señorita? Hasta dentro de tres días. ¡Oh, gracias, gracias! Mathys se levantó y salió del cuarto. En la puerta se detuvo y le dijo a la sirvienta que lo había seguido: Quedaos en paz, Marta; así que estéis más tranquila, escribid las cartas para pedir vuestros papeles. Ya sabéis lo que necesitáis; os lo he dicho ya.

¡Oh! exclamó Dorotea. Y de repente rechazó al joven. Alguien se acerca dijo ; alzáos, alzáos. En efecto, Juan Montiño oyó abrir una puerta inmediata y se levantó y fué á tomar su sombrero. No os vayáis dijo Dorotea , quedáos; sea quien fuere, ¿qué importa? Abrióse la puerta y apareció un hombre con traje de soldado. Llevaba calado el sombrero, y su mirada era insolente y provocadora.