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Actualizado: 13 de julio de 2025
Entonces, continuando su trabajo de jardinero, decía mentalmente una corta plegaria por la salvación de aquellos de sus muertos que más lo inquietaban, y que podían estar detenidos en el purgatorio. Poseía una fe cándida y tranquila. Pero entre aquellas tumbas existía una que con más frecuencia que las otras recibía sus visitas y sus oraciones.
Bien se lo merece, porque, al fin, si alguna falta cometió, tuvo en este pícaro mundo su purgatorio. La Condesa estaba casada con el señor más terrible que se ha conocido en nuestros días. Todos le temblaban, empezando por su mujer. Había tenido varios lances de los que llaman de honor, y pesaban tres muertes y varias heridas sobre su conciencia.
Imponiéndoles el amor a Dios, a sus ministros y a sus partidarios y el odio a sus enemigos, era una fuente de bondad y de maldad a la vez, y, naturalmente más eficaz en lo segundo que en lo primero, perfeccionó los métodos y los instrumentos de martirio, creó el purgatorio y el infierno para torturar a los muertos y afligir a los vivos, y derramó a torrentes la sangre judía, la mahometana y la cristiana también, por meras diferencias en la interpretación de los textos o en la práctica de los ritos sagrados.
Todas las enamoradas lo son porque se les seca el entendimiento. Las saca uno del purgatorio del deleite y allá se van otra vez. Tú te lo quieres, pues tú te lo ten. En el Infierno le ajustarán a usted las cuentas. Váyase usted luego allá con sofismas y con zalamerías de amor... Esto se acabó. Ni yo tengo que hacer nada con usted, ni usted tiene nada que hacer en esta casa. Cuenta concluida.
Debajo se figuraba la Tierra y el Purgatorio, y en la parte inferior inmediata, el Infierno en forma de dragón, por cuyos pliegues subían y bajaban los demonios. A un lado había un nicho con cortinas, en donde se suponía suceder todo aquello, que no se podía ofrecer á la vista de los espectadores.
Eres digno de ella, Salvador, seríais una primorosa pareja; y luego, chico, sacabas un alma del purgatorio, porque te confieso que la niña de Luzmela lo pasa muy mal con mi gente..., pero muy mal..., como lo oyes.
Y al prometerle que viviría mucho tiempo y que ya no sufriría, miró con ternura al crucifijo de marfil que tenía sobre la cabecera de su cama y dijo con una alegría dulce y confiada: El Señor me debía eso; ya he pasado el purgatorio. En poco tiempo recobró las fuerzas, y no tardó en florecer la juventud en sus mejillas. Se habría dicho que la Naturaleza se apresuraba en adornarla para la dicha.
En esto llegamos á la Plaza, cerca de cuyo muelle hay una fragata, surta en el rio, como ya he dicho en otro lugar de, estos apuntes. ¿Una fragata? exclamó el ingeniero. Pues vamos allá. Creo que si le muestran en Paris el purgatorio, se mete dentro con medias y ligas. Fué preciso ceder. Vimos la fragata, y tomamos encima de cubierta, debajo de un elegante toldo, varios refrescos que pedimos.
Adviértase de paso que los dramáticos españoles, cuando intentan ensalzar el triunfo de la fe y de la gracia divina sobre el pecado, pintan á éste con los más vivos colores: así lo vemos en el Condenado por desconfiado, de Tirso de Molina; en La devoción de la cruz y en El purgatorio de San Patricio, de Calderón.
Las funciones de iglesia correspondientes al culto divino las hacían con mucha solemnidad, pero no ponían tanto cuidado en lo que pertenecía al bien espiritual de las almas de sus feligreses, pues según se explica el señor don Manuel Antonio de La Torre, obispo que fue de Buenos Aires, en el informe que dio al excelentísimo señor don Francisco Bucareli, gobernador de dicha ciudad, tratando del señalamiento de sínodo a los nuevos curas que sustituyeron a los jesuitas, éstos no aplicaban ninguna de las misas por los difuntos, ni las de los días de fiesta por el pueblo, ni la que debían cantar los lunes por las almas del purgatorio, ni tampoco llevaban el Santísimo Sacramento a casa de los enfermos, pues a éstos, cuando se les había de administrar, los llevaban y ponían en una casa o capilla, frente de la misma iglesia, y allí solos administraban, sucediendo algunas veces el que al llevarlos o volverlos se morían algunos de frío en el camino.
Palabra del Dia
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