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¿Qué quiere usted decir? gritó. ¿Desea usted pelear? y avanzó con los puños cerrados. No deseo pelear fue mi rápida respuesta. Lo único que le ordeno es que deje en paz a esta dama. Puede legalmente ser su esposa, pero yo asumiré el papel de su protector. ¡Oh! exclamó, encogiendo el labio con burla. ¿Querría saber con qué derecho interviene usted entre nosotros?

Y con los puños cerrados marchó contra el alemán. Este le puso el revólver ante los ojos, sonriendo fríamente. Iba á disparar... Pero en el mismo instante Desnoyers cayó al suelo, derribado por los que acababan de subir. Recibió varios golpes; las pesadas botas de los invasores le martillearon con su taconeo.

¿Cómo, madre! ¿No lo sabías? gritó Roberto golpeándose la frente con ambos puños. ¿Ella nada te dijo? ¿No fue a buscarte anoche para contarte lo que había pasado entre nosotros durante el día? ¡Nada me dijo! gimió ella. Apenas si me dirigió una sílaba, y se encerró en su cuarto...

Esta consideración tan cuerda, que asaltó de pronto la mente de la pobre chica, hízola retroceder; y menudeando los pasos cuanto pudo, y tornando a recordar su herida y a llorar, por ende, llegó a la villa y no paró de correr hasta el estanco que conocemos, en el cual entró momentos después que nosotros, y al mismo tiempo que llegaba también, aunque por distinto sendero, Simón Cerojo, demudado el semblante y apretando los puños de ira.

¿Derecho?... El tiene carrera...; le prefieres porque es guapo, le consientes todos sus caprichos y le das dinero.... Descargó un puñetazo sobre la mesa, con toda la reciedumbre de sus puños potentes, y platos y copas saltaron con estruendo y destrozo. ¡Está borracho! dijo Narcisa con desprecio. El se revolvió como una fiera, y le tiró a la cabeza su bastón de cachiporra.

Quisimos auxiliar al maestro, pero no nos era posible por hallarse distante; y aunque el infeliz no recibió golpe de arma alguna, las herramientas de puños y codos le hacían mucho daño. Al fin, acosado por todos, huyó, corriendo velozmente por la escalera abajo, dando no pocos tumbos y costaladas.

Hombre más atareado no se vio jamás en nuestro país, y como tenía tantas cosas en el caletre, para no olvidar muchas de ellas se veía obligado a apuntárselas con lápiz en los puños de la camisa.

Finalmente la exôrbitancia del cuello y puños era tal, que en el cuello se escondia y sepultaba el rostro, y en los puños los brazos. Digo pues que el tal mancebo se llegó á , y con voz grave y reposada me dixo: es por ventura vm. el señor Miguel de Cervantes Saavedra, el que ha pocos dias que vino del Parnaso?

Manolito se encrespó terriblemente al oirlo; sus ojos llamearon siniestramente; se dirigió frenético, agitando los puños, hacia Pepe, que se volvió hacia él y dió un paso atrás preparándose a rechazarle. ¡Eso que me has dicho es una porquería! ¡Es una infamia que merece una estocada o un tiro! Es una cobardía porque estás en tu casa....

Naturalmente, él no me oye; pero los caballos no se mueven ya, porque los puños de Juan son de hierro.