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2 Ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre. 3 Yo ni aprendí sabiduría, ni conozco la teología. 4 ¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?

Los tres tenían los ojos azules y los cabellos rubios, y sobre todo «un par de puños que prometían mucho», como decía el padre con orgullo, aunque el más pequeño, que estaba todavía en la cuna, sólo podía aprovechar los suyos chupándolos.

No, no, no se pega dijo Isidora, atándole en su sitio la falda . No le gusta más que pegar. En las piernas no tiene fuerzas; pero en los brazos... Riquín, hijo mío, dile: «Yo voy a ser un hombre de puños...». ¡Leña a ella!... Como te coja... Cuidado como riñen a mi cabezudito.

¡Hija! ¡Cualquiera se te atreve! ¡Eres una fierecita! ¡Y hasta fuerza en los puños descubres en esos momentos! ¡Diantre! Vete ordenó Nucha recobrando su seriedad .

San Pedro no puede amparar nunca á gente tan desalmada como ; y si se perdieron las regatas, Dios sabe por qué fué. Por falta de puños, pa que usté lo sepa. Grita, grita más alto; que te lo oiga el tu marido que por allá abajo asoma, y mira después onde te metes.

Sería pasada una hora, o quizás hora y media, cuando oyó Lucía herir con los nudillos a la puerta de su cuarto, y abriendo, se halló cara a cara con su compañero y protector, que en los blancos puños y en no qué leves modificaciones del traje, daba testimonio de haber ejercido ese detenido aseo, que es uno de los sacramentos de nuestro siglo.

Si él no tuviera sus puños de gigante, las espaldas enormes y aquel gesto de pocos amigos, ¡qué pronto hubiera dado cuenta de él toda la vega! Esperando cada uno que fuese su vecino el primero en atreverse, se contentaban con hostilizarle desde lejos. Batiste, en medio de la tristeza que le infundía este vacío, experimentó una ligera satisfacción.

Pero cuando uno no está bien... entonces... entonces... No supo decir más. Yo apreté los puños: ¡habría sabido concluir tan bien la frase por él! sabes dijo Marta, que el enfermo es siempre el último en saber que no está bien. Yo creía que él debía saberlo mejor que nadie. ¿Y si uno juzga que no vale la pena hacerle caso?

Muero sin pesar y no tengo miedo. Hace tanto tiempo que no duermo bien, que necesito reposo. Olga BremerEl anciano experimentaba un sentimiento de angustia absoluta. Se bamboleaba, apretaba los puños y se golpeaba la frente; en seguida volvió a caer sobre una silla. Es una locura, una completa locura gimió enjugándose las gotas de sudor que cubrían su frente.

Sardiola, entretanto, metiendo la mano en el bolsillo de su chaleco, sacó una mediana faca, de picar tabaco sin duda, y la arrojó a los pies de su adversario. Tome usted dijo con ese garbo caballeresco que tan frecuentemente se halla en la plebe española... a me ha dado Dios buenos puños.