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Después, el señorito cogió de una mano a María de la Luz, y sacándola al centro del corro, rompían a bailar las sevillanas, con una gallardía que provocaba gritos de entusiasmo. ¡La grasia e Dió! exclamaba el padre rasgueando la guitarra con nueva furia. ¡Vaya una parejita de palomos!... ¡Eso es bailá!

Junto a ella había una silla vacía, y cuando faltaba ésta, el solicitante poníase en cuclillas, a uso moruno, hablando a la muchacha en voz baja durante tres minutos, bajo la mirada hostil de sus adversarios. La menor prolongación de este breve plazo provocaba toses, furiosas miradas y reclamaciones amenazadoras a media voz. Se retiraba el atlot, y otro al puesto.

Llevaban a prevención algunas botellas, y al quedar vacías éstas, probaron a beber cierto alcohol de tocador, agua de Colonia o algo semejante, riendo de las muecas y náuseas que el líquido perfumado provocaba en algunos. Cuando más contentos estábamos, surgió la pelea entre el belga y ese alemán pariente de Nélida, los dos amigos más íntimos, siempre juntos desde que entraron en el buque.

Para cada cosa tenía su precio, aunque como había otras tiendas, porque acudiesen á la mía hacía barato. Pues Villancicos, hervían Sacristanes y Demandaderos de monjas, ciegos me sustentaban á pura oración ocho reales de cada una, y me acuerdo que hice entonces la del Justo juez, grave y sonorosa, que provocaba á gestos.

El paso del toro por cerca de la barrera, con su hocico babeante y el cuello erizado de espadas, provocaba una explosión de burlas e insultos. ¡Es la Dolorosa! decían. Otros comparaban al animal con un acerico lleno de alfileres. ¡Ladrón! ¡Mal torero! Algunos, más soeces, persistían en sus injurias al sexo de Gallardo, cambiándole de nombre. ¡Juanita! ¡No te pierdas!

Por otra parte, León era ciudad que involuntariamente sugería ideas matrimoniales. ¿Qué hacer sino casarse allí donde todo era calma y tedio, donde la soltería inspiraba desconfianza, donde la más insignificante aventurilla provocaba los furiosos ladridos del escándalo? Así es que dijo en voz alta: Es cierto, chico; en León le entran a uno ganas de casarse y de vivir santamente.

El barón belga, su rival el alemán y otros más que tenían bigotes, aparecían ahora con el labio superior recientemente afeitado, y esta novedad provocaba la ovación irónica de los amigos. Nélida sonreía, bajando los ojos con modestia.

Por eso nuestros Misioneros pusieron todo esfuerzo desde los principios en exterminar y arrancar este vicio, y juntamente aquellos festines y banquetes; usaron de muchos medios, ya suaves, ya severos, de romper los cántaros, reprenderlos, derramarles la chicha y deshacer sus brutales juntas, cosa que les provocaba á cólera y á venganza á aquellos bárbaros, que se enfurecían y exasperaban tanto, que muchas veces echaron furiosamente mano á las macanas y á las flechas para matarlos.

Hasta entonces los desdenes de Soledad y las humillaciones que le hacía experimentar podían achacarse á su carácter altanero y quizá al deseo de vengarse de las que él le había infligido. Esto las hacía más llevaderas; parecían un castigo justo. Á veces él mismo, acometido de anhelos de adoración, las provocaba, hallando en ellas dulzura exquisita, como los ascetas en sus penitencias.

Hizo un ademán como si buscase el pañuelo en su bolso de mano. Miguel se acordó de aquel joven que Castro había visto en los últimos años al lado de Alicia. Tal vez era éste el que provocaba su emoción y le impedía hacer el viaje. «¡El amor! se dijo mentalmente . ¡El amor, cuando ya ha pasado la juventudQuiso torcer el curso del diálogo, y le preguntó por el duque de Delille.