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Entre los tacaños, Linares.... ¡Las tenazas de Nicodemus! Porras era maldiciente; pero tenía una cualidad muy rara en los murmuradores: no calumniaba ni ofendía. Por lo menos nadie se daba por lastimado. Con una gracia particular y cierto no qué donoso y chispeante, provocaba a reir, por mucho que de ordinario alzaran ámpulas sus censuras.

También hacían entonces la poda, que provocaba conflictos entre los viñadores y hasta algunas veces había ocasionado muertes, por si debía hacerse con tijeras, como deseaban los amos, o con las antiguas podaderas, unos machetes cortos y pesados, como lo querían los trabajadores.

Evidentemente, algo había pasado entre ella y él... De otro modo no se explicaban las frecuentes alusiones y chanzas que acerca del oficial provocaba la misma Coca, ¡sin duda por tenerlo siempre presente!... Preocupado con estos pensamientos salió Vázquez de la casa de Itualde, y tan preocupado, que tropezó en la calle con un transeúnte...

El descarado mentir de su colega provocaba en el magistrado andaluz una indignación a veces fingida, otras real, que siempre alegraba a la compañía.

Gané más de lo necesario; me seguía, como rendida amante, la suerte; pero aquella especulación sin tregua ni entrañas me provocaba náuseas, y quise probar alguna labor en que entendimiento y cuerpo fuesen unidos, y en que la ganancia no alcanzase más que a no dejarme morir de hambre.

Los varones, divididos en grupos, según las Facultades á que pertenecían sus maridos hembras, hablaban mal de los del grupo de enfrente. La esposa de un profesor de leyes provocaba cierto escándalo.

La escena tenia un aspecto de dulce majestad que provocaba á soñar y entregarse á las memorias queridas.

Cada intento de posesión provocaba en Margarita una protesta vehemente y pudorosa, como si los dos se encontrasen por vez primera. Es imposible decía : pienso en mi hermano; pienso en tantos que conozco y tal vez á estas horas habrán muerto. Llegaban noticias de combates; empezaba á correr en abundancia la sangre. No, no puedo repetía ella.

La música sonaba, como todos los días, a las puertas del comedor; la lista de platos era la ordinaria; el salón no tenía adornos, y sin embargo las gentes se miraban con aire interrogante. Flotaba en el ambiente una promesa misteriosa: seguramente iba a ocurrir algo. Y la presunción de un suceso desconocido alegraba las miradas y provocaba las sonrisas.

Eran las tres de la madrugada cuando Körner y Nepo, heridos en lo más hondo, le exigieron que oyera la historia completa de aquella desastrosa especulación; necesitaban sincerarse, y pues él provocaba la cuestión, allí estaban ellos para responder.... Y quieras que no quieras, Bonis tuvo que oír, y ver y palpar.