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Las otras dos, más fuertes, deliberaron. ¿Quién le ponía el cascabel al gato? ¿Quién proponía a su señor padre que recibiera los Sacramentos? Se lo propuso la hija mayor, Agapita. Papá, que eres tan bueno, ¿querrías darme un disgusto, dárselo a mamá, sobre todo, que te quiere tanto... y es tan religiosa?...

Señores dijo el doctor Trevexo, ya estamos en quorum y es menester que comencemos. ¿Quiere usted presidir, señor don Ramón? Mi tío, que permanecía de espectador pasivo, salió de su letargo, y, algo cortado, puso una cara de signo interrogante que descubría toda su indecisión para desempeñar el alto y difícil cargo que se le proponía.

Yo recibí la primera salutación del astro vivificador de la madre tierra como uno de los mayores beneficios que podía otorgarme el cielo en medio de la oscura soledad en que me veía, y mi tío se apresuró a aconsejarme que aprovechara la «escampa», que había de ser de larga «dura» por señales que él consideraba infalibles, para «hacerme a las armas y tomar la tierra como era debido y cuanto más antes». Diome con el consejo informes y programas que me parecieron excelentes; y como no tenía a mis alcances otros recreos más tentadores y de mi gusto, opté por lo que se me proponía, y me dispuse en el acto a echarme a la montaña, que vale tanto allí como en el mundo culto y refinado «echarse a la calle», es decir, a la ventura de Dios, «a matar el tiempo».

Claro está, y según parece lo que don Casiano se proponía era poner a su hija a cubierto de las influencias del medio en que debía vivir, exactamente: lo has dicho. En eso yo no entro dijo Baldomero, pero que la Pampita es una muchacha decente... ¿eso?... ¡por donde la busquen!... Y póngala a la prueba, don Lorenzo. ¡Si yo no lo pongo en duda!

Y por esta conciencia que tenía de lo ruin y miserable de propia, ¿cómo no dudar de lo que veía y tocaba? Y si creía en ello, ¡cómo no espantarse con la seguridad de que no me saldrían todas las cuentas que me había echado al proponerla lo que la proponía, ni qué pena, mañana, más terrible para ella que la de no verse capaz de hacer dichoso a un hombre que tan alta y regalada la había puesto!

«Además, el Magistral no era un místico; lo menos malo que se podía pensar de él era que se proponía ganar a las señoras de categoría para adquirir más y más influencia». Cuando don Álvaro se atrevió a decir esto, ya sus confidencias habían sido muy íntimas. De amor no se hablaba; Mesía, aunque con trabajo, respetaba a la Regenta hasta el punto de no tocarle al pelo de la ropa.

Ahora bien, yo proponía a Ripamilán que viniese conmigo, pero él no quiere.... Si usted fuese tan amable que me acompañara, aquellos buenos párrocos se creerían honrados infinitamente... ¡ya ve usted, como usted es el señor Vicario general!... No hubo más remedio. El Magistral tuvo que comer con el Marqués y los curas en el palacio viejo.

Prolongóse aún un poco de tiempo la conversación entre ellos, y mientras paseaban por la avenida central del parque, Beatriz daba al artista algunos antecedentes sobre la persona de su tutor, a quien se proponía escribir en seguida y cuyo consentimiento no era dudoso; y habiendo llegado en esto la hora de sesión, para el retrato de la señora, Fabrice volvió al castillo, encontrándose momentos después cara a cara con aquélla.

Pero la secta erudita de que ahora hablamos, no puede, en verdad, felicitarse de haber mostrado en la contienda una táctica superior; de ninguna manera le era dado llegar hasta donde se proponía, y ni aun produjeron efecto las juiciosas observaciones, que mezclaron con diatribas, ni las censuras, que hicieron justa mella en algunas comedias, porque sus autores sostenían principios absurdos y destituídos en general de fundamento, confundiendo además en sus invectivas las bellezas superiores en la esencia y en la forma, inseparables del drama moderno, con otros vituperables olvidos de todas las reglas de la naturaleza y del arte.

»Desde luego aposté en mis adentros a que no era el único que yo aceptaría, y hasta supuse quién podría ser el que me proponía mi madre. » No hace aún dos horas que me ha pedido tu mano continuó aquélla, viendo que yo nada decía. »Don Mauricio apunté sin temor de equivocarme. »El mismo repuso mi madre.