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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Ese caballero se ha burlado de vos. ¿De mi? Sí por cierto: cuando os enamoró estaba ya enamorado. ¿De quién? exclamó todo afán Dorotea. De una dama muy hermosa, con quien anduvo anoche vuestro burlador por las calles de Madrid y á quien prometió entregarle las cartas que tenía de la reina don Rodrigo. ¿El nombre de esa dama?
Y el desterrado queda solo junto al fuego, pensando en su inmensa soledad. Ni hogar, ni familia, ni la espada milagrosa que le prometió su padre el Lobo. Y cuando apunte el día, de la cabaña que le cobija, saldrá el enemigo que ha de darle muerte.
Prometió Edwin á su traductor cumplir exactamente tales recomendaciones, y después de la comida de mediodía aguardó, con los codos en la mesa y la cabeza entre las manos, la llegada del jefe de la Universidad y su cortejo.
Juanita agradeció mucho esta lisonjera petición de doña Inés, y, casi con lágrimas de gratitud en los ojos, prometió a doña Inés que la mata de pelo sería suya cuando se la cortase.
Lo que más excitaba el entusiasmo de los buenos tertulianos, era la consoladora consideración de que Nieva aun no había llegado ni llegaría en mucho tiempo a tal grado de perfeccionamiento. Y don Rosendo, un poco recalentado por los elogios, prometió emprender campañas activas en favor de todo lo que se le demandaba.
Llamada por Juanita, acudió Rafaela, que se quedó estupefacta y boquiabierta al ver allí a doña Inés, a quien acompañó a su casa. Doña Inés prometió volver con don Alvaro a las diez y media. Cuando Juanita se quedó sola se lavó la cara y las manos, se alisó el pelo y sacó del armario el famoso vestido de seda regalo de don Paco.
Por otra parte dijo, no vale la pena de comenzar hoy mismo, para sólo medio día. Demostráronle que el caso era urgente, y tomó, en vista de ello, sus medidas. Mandaron a buscar a uno de sus amigos, el cual prometió reemplazarle por espacio de un mes. Tú me traerás el pan todas las noches le dijo Romagné.
Si tenemos en nuestra Casa las más nobles lumbreras de la Ciencia, es gracias a mí. Ayer me di la maña suficiente para engatusar al renombrado práctico Moumel, que desea dejar a las «Damas de Aquitania» para operar en nuestro santuario; me prometió, además, explicar un curso de Rinoplastia y de Estomatología dos veces a la semana. ¿Sabe usted lo que son estas dos ciencias...?
León le escuchó entre impaciente y confuso. Por librarse de él prometió cuanto quiso. Luego, cuando se vió entre los amigos, contó la ridícula conferencia y se rió en grande a costa del desdichado concejal. El duque de Requena, después que dijo a Biggs lo que se proponía, se sentó a jugar al tresillo con la condesa de Cotorraso, el mejicano, marido de Lola, y el general Pallarés.
Don Diego lloró con ella: las lágrimas se deslizaban por su rostro varonil como la lluvia sobre una estatua de bronce. Cometió todas las cobardías que el amor exige. Habló de la futura condesa con una frialdad rayana en el desprecio; prometió por su honor que ella no viviría largo tiempo y hasta ofreció a la señora Chermidy que le permitiría ver a Germana antes de la boda.
Palabra del Dia
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