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El emprendía la marcha desfallecido, sin otro lastre que una taza de café recalentado o una copa de aguardiente, unas veces bajo la lluvia que se introducía por las rotas suelas de sus zapatos, otras sacudido por fríos huracanes que agitaban las mangas de su macferlán con aleteo de pajarraco fúnebre. Una mañana, al salir de casa, se detuvo asombrado.

Muchos vendían una a una sus prendas de ropa a cambio de algunos vasos de líquido terroso y recalentado, y llegaban desnudos al término del viaje.

Un hedor de asfalto recalentado y boñiga en fermentación surgía del suelo de las grandes vías. Cerca de la casa del señor Vicente, en las estrechas calles de los barrios bajos, el mal olor del verano martirizaba el olfato. La plaza de la Cebada humeaba como un estercolero en putrefacción.

Con esto la figura de la chica fue creciendo en su recalentado cerebro, y la que antes le parecía una caprichosa rapazuela buena tan sólo para un fugaz devaneo, al verla ahora festejada y perseguida por un joven distinguido de la corte, adquirió grandes proporciones a sus ojos y la juzgó ¡oh poder de la vanidad! digna de ser amada por lo fino.

Silas se sentó entonces y contempló a Eppie con una mirada satisfecha mientras que ella ponía el mantel limpio y colocaba sobre la mesa el pastel de patatas, recalentado lentamente en una terralla bien seca, encima del fuego que se apagaba insensiblemente y según el método prudente empleado el domingo.

Lo que más excitaba el entusiasmo de los buenos tertulianos, era la consoladora consideración de que Nieva aun no había llegado ni llegaría en mucho tiempo a tal grado de perfeccionamiento. Y don Rosendo, un poco recalentado por los elogios, prometió emprender campañas activas en favor de todo lo que se le demandaba.

Si para decir algo de gusto o de provecho tenemos que repetir lo que se dice en Francia, más vale dejarlo en francés y no traducirlo. El pasto espiritual es, lo mismo que el material, indigesto y desagradable cuando se toma recalentado. Boileau lo declara diciendo: ........et souvenez-vous bien Qu'un dîner rechauffé ne valut jamais rien.

En la puerta llamada de Caballos, bajo un arco que daba salida a la plaza, formábanse los toreros con la prontitud de la costumbre: los maestros al frente; luego los banderilleros, guardando anchos espacios; y tras ellos, en pleno corral, pateaba la retaguardia, el escuadrón férreo y montaraz de los picadores, oliendo a cuero recalentado y a boñiga, sobre caballos esqueléticos que llevaban vendado un ojo.

El fuego había recalentado la vieja bolsa el sobretodo de Silas extendido sobre los ladrillos para que se secase.